Un partido que ya se jugó.
El aspecto más pobre del relato que aquí nos ocupa es la escasa originalidad del planteo de superficie: la idea según la cual dos oponentes (uno, enriquecido y desarrollado por el avance de una tecnología, el otro, rústico, romántico y despojado) se enfrentan a través de un partido de fútbol para disputar un territorio, que por tradición pertenece al rústico, ya la hemos visto en la película animada Metegol (2013), de la dupla Campanella-Sacheri, sobre un cuento de Fontanarrosa (Memoria de un wing derecho). Si se abstrae el contexto de la “edad prehistórica” (mero paisaje de fondo sobre el cual se dibujan los trazos narrativos del relato extranjero) se advertirá que el núcleo dramático está calcado del film local.
La producción de Park, realizada con poca imaginación pero mucha habilidad técnica y belleza visual, adolece de una comicidad al menos efectiva, limitándose el aspecto “cómico” a un conjunto de comentarios verbales poco inteligentes y excesivamente “primitivos”. No reposando en el componente cómico, que podría haber resultado una salida elegante para la película, el relato se apoltrona en la gesta heroica del partido de fútbol, que nada tiene de aquella poesía y mística futbolera que Fontanarrosa insufla al relato plasmado en la película Metegol; Park hace del juego del fútbol una mera técnica sin corazón, mientras que Fontanarrosa-Campanella-Sacheri nos devuelven la mística de un “juego sagrado”.