Como para cualquier adolescente de 15 años, para Ezequiel (Juan Pablo Cestaro) que toda su familia se vaya de viaje por un mes es la oportunidad ideal de disfrutar su libertad y explorar sus límites, aprovechando la casa con pileta que le queda a total disposición.
Tras un par de intentos fallidos por acercarse a otros jóvenes, en un parque le llama la atención El Mono (Lautaro Rodríguez) un skater un poco mayor que él. Con algo de timidez e inexperiencia, pronto se establece una relación entre ambos que va creciendo con el pasar de los días, hasta que El Mono lo invita a pasar juntos algunos días en una casa en las afueras.
Ya desde el viaje hasta ese lugar, Ezequiel empieza a notar algunas cosas que lo intranquilizan y lo ponen en alerta, pero no espera quedar implicado en un negocio ilegal y millonario que lo obligará a poner a prueba hasta dónde está dispuesto a llegar para protegerse.
El Cazador, un eslabón más de una cadena de explotaciones
No es fácil reseñar un thriller sin revelar los puntos de giro que van a dar lugar al conflicto principal, por más que ni el trailer o el mismo director parecen muy preocupados por guardar el secreto con mucho celo.
Es que en el fondo, lo que hará Ezequiel para liberarse de la amenaza que se cierne sobre él no es lo más importante de la narración de El Cazador, que utiliza mucho de todo esto para hablar de otros problemas y peligros que enfrentan los adolescentes en situaciones similares a la suya. El peligro concreto al que se expone podría ser otro, pero las razones detrás de eso seguirán siendo las mismas.
El Cazador ofrece un guion sólido, con personajes bien definidos y polifacéticos que evolucionan con la trama mientras se atreven a enfrentar su vulnerabilidad, a ver los miedos que los aquejan y cómo alguien sin escrúpulos puede explotarlos para su propio beneficio. Esto se apoya en una impecable interpretación de su reducido elenco y una propuesta estética modesta pero efectiva.
Si algo caracteriza a la obra de Marco Berger (Un Rubio, TaekwonDo, Hawaii) es que se toma su tiempo para decir lo que pretende y El Cazador no es la excepción. Mientras otra gente quizás pondría a un personaje explicando lo que le pasa, él prefiere insinuarlo varias veces hasta que se convence de que fue entendido. Esa sutileza en general se agradece, pero a veces, la reiteración de escenas remarcando la misma idea, puede hacer que parezca que una película no termina de arrancar nunca.
Ese es el mayor de los problemas que puede dejar a El Cazador expuesto a una crítica, porque si bien toma una premisa muy interesante y la desarrolla con buen sentido dramático, esa reiteración de conceptos que ya habían quedado claros produce cierto tedio, jugándole algo en contra a lo que de otra manera sería una producción más interesante.