Sin fantasía
La nueva película, precuela de la historia de Blancanieves, no cumple con ninguna de sus promesas.
Sería difícil encontrar una película fantástica con menos sentido de la fantasía que El cazador y la reina de hielo. Buena parte del problema reside en la incapacidad del director Cedric Nicolas-Troyan para transmitir emoción con la cámara.
Pese a tener una larga experiencia en el rubro de efectos visuales, sólo había dirigido un cortometraje antes de este mega proyecto (con el docto título de Carrot vs Ninja). Pero Troyan no es un chico. Su documento de identidad delata casi medio siglo. Tal vez un poco tarde para debutar en la categoría de cineasta, si nos dejamos guiar por los prejuicios.
Lo cierto es que en toda la película se revela inepto para distinguir entre la imagen en sí misma y la imagen como producto de la cámara. Le cuesta horrores hacer que esta dialogue con la escenografía y con los personajes, como si por obra de la más negra de las magias el cine hubiera regresado a los primeros años del sonoro, cuando estaba de moda lo que se ha llamado con merecido desprecio "teatro filmado".
En realidad, el estatismo, la insipidez de los cuadros y de los planos no hacen más que confirmar la desmedida confianza que Troyan tiene en los efectos especiales. Un confianza justificada, sin dudas, en cualquier historia donde la magia predomina. Pero la magia, cualquier tipo de magia, siempre es el efecto de algo invisible sobre algo visible. Lo esencial para que el pañuelo se transforme en paloma es que pase por la galera.
En El cazador y la reina de hielo no hay nada que denote la más mínima sensibilidad por lo invisible. No hay oscuridad, no hay misterio. Todo está expuesto ante los ojos no con obscenidad sino con ingenuidad, lo que resultaría en una pornografía de la ingenuidad.
Precuela y bifurcación de Blancanieves y el cazador, aquí se conserva a Charlize Theron y a Chris Hemsworth del elenco anterior, se elimina a Kristen Stewart, y se agrega a Emily Blunt y a Jessica Chastain. Sin embargo, pese a los nombres estelares, la dirección de actores deja mucho que desear. Hemsworth –que tiene la mejor fisonomía imaginable para el papel del cazador– no parece entender que la acción se desarrolla en un frío país imaginario de cuento de hadas. Se comporta como si estuviera en una fiesta hipster en Nueva York.
La enumeración de errores podría seguir incluso hasta eclipsar la única estrellita con la que calificamos a esta película. Desde los chistes de mal gusto y pésima gracia de los enanos hasta los movimientos de los goblins (sí, hay goblins), calcados de los monos de la última saga del Planeta de los simios, todo es de segunda mano pero muy lustrado y brilloso. Todo, salvo Theron y Blunt, malas magníficas, reinas que merecen otra fantasía.