Evidentemente a fuerza de taquillazos se ha prolongado la racha de superproducciones basadas en cuentos clásicos, con el consabido aggiornamiento de la estrategia de marketing que ya no apunta a los chicos, sino más bien a un público adolescente que creció a la sombra de edulcorantes como la saga de Crepúsculo. Así, los vampiros y hombres lobo no son monstruos sino una manga de freaks incomprendidos que extrañamente no andan mordiendo humanos por ahí, sino enamorándose al ritmo de música pop. En los cuentos infantiles pasa algo parecido. Hansel y Gretel no son dos niñitos abandonados en el bosque dejando rastros de migas de pan, sino dos adolescentes brillantes con la ballesta y expertos en repartir patadas y piñas a los enemigos que se les cruzan.
Todo ha cambiado. También en los cuentos de hadas.
En “Blancanieves y el cazador” (Rupert Sanders, 2012) teníamos a una protagonista (Kristen Stewart) más cercana a Juana de Arco que a una inocente princesa, y a un cazador (Chris Hemsworth) que lejos de llevarla al bosque para aniquilarla por orden de Ravenna (CharlizeTheron) se convierte en su protector. Tomando éste último personaje es como los guionistas Evan Spiliotopoulos y Craig Mazin se las arreglaron para escribir un desprendimiento del cuento, centrando los eventos en el antes y en el después del aquel estreno de hace cuatro años. Primero, para contar cómo Eric llegó a ser “El cazador” y el contexto en el cual esto sucede.
Básicamente, Ravenna anda desde siempre acaparando la belleza merced al poder que el espejo le da. Tiene una hermana, Freya (Emily Blunt) enamorada de la vida, de su marido, y de la hija recién nacida. Pero un incendio lleva todo a proporciones dramáticas dignas de Shakespeare, en donde el odio y la traición tendrán su momento de brillo, pero además despierta en Freya los poderes que hasta entonces estaban latentes en ella. Presa del odio, escapa a formar su propio reino de hielo en el cual está prohibido el amor, ley que hace cumplir a rajatabla matando a los padres y madres en los pueblos, y llevando a los chicos para ser entrenados con el objeto de mantener la continuidad de la ley a fuerza de lavado de cerebro. Sin dudas esta es la idea más interesante del planteo aunque luego se sostenga con menos fuerza.
Se sabe que el amor nunca muere. Así crece Eric, compañero de miraditas y destreza física de Sara (Jessica Chastain). Se gustan, se ven furtivamente como una suerte de Romeo y Julieta sin kilombos paternos, pero igual de prohibidos. Sí, Shakespeare escribió todo esto hace muchos años y no han parado de reciclarlo de todas las formas y texturas.
En esta abundancia temática presente en la idea original se percibe un exceso en la duración como consecuencia de algunas redundancias en las acciones. Escenas puestas para el disfrute visual pero que atentan contra el ritmo narrativo cuando el espectador sienta que la información se repite. Eso sí, algo que ayuda a sostener el interés es claramente el prodigio técnico y artístico puestos al servicio del espectáculo. El diseño de vestuario de la genial Coleen Atwood (eterna diseñadora para Tim Burton, ganadora de 3 Oscar) es un deleite, en especial en las dos reinas. Por otro lado, la música de James Newton Howard (el John Williams de ésta parte del siglo XXI), la fotografía de Phedon Papamichael y el diseño de arte de Steven Lawrence son puntos altísimos de la obra. Si el guión se vuelve repetitivo, ellos aportan el elemento disuasivo de esa realidad.
“El cazador y la reina de hielo” hará una elipsis gigante para saltear la anterior entrega y entrará en zona de definición centrando el eje del conflicto en las dos hermanas, cuestión que podría considerarse riesgosa debido al cambio de punto de vista teñido, además, por una narración que a esta altura resulta casi innecesaria. O mejor dicho descolocada, porque la voz remite a un abuelo que cuenta un cuento para chicos, que ya estamos demasiado grandes como para no entender lo que está pasando.
Habrá más, suponemos. El sub-título en inglés dice: “Las crónicas de Blancanieves”, no sé si se entiende. Por si fuesen pocos los líos que arman los superhéroes, ahora tenemos cuentos clásicos infantiles llenos de oscuridad. No está nada mal ver ese costado que siempre tuvieron, pero de ahí a conceder que Blancanieves sabe karate…