Destrabando (sin) sentidos
En general, los seres humanos transitamos por el mundo en un estado de “adormecimiento”, es decir, vivimos semi anestesiados, pasivos, en estado automático ante la realidad cotidiana: nos levantamos, desayunamos, trabajamos, etc. Así la mayor parte del tiempo, pero ¿qué pasa cuando nuestra cotidianidad se altera bruscamente por hechos totalmente ajenos a nosotros? ¿o bien por hechos de los cuales somos en parte responsables? En El cerrajero ocurren ambas situaciones.
Luego de su debut con Rompecabezas, donde Natalia Smirnoff exploraba y analizaba el mundo de la sumisión a través de la óptica femenina, con El Cerrajero la trama cae en el terreno de lo masculino y la paternidad. Sebastián (Estebán -actúo en cuanta película haya- Lamothe) tiene una cerrajería, y además mantiene como pasatiempo el armado de cajas musicales con partes de las cerraduras que quita o desecha de algunos trabajos ocasionales.
Él, un soltero de 33 años, tiene dificultades para entablar y mantener relaciones amorosas duraderas. Un día, durante abril del 2008 -época en la que muchas ciudades, incluida Buenos Aires, se llenaron de niebla y rastros de humo- se entera que Mónica (Erica Rivas), la chica con la que mantiene relaciones ocasionales hace unos cinco meses, está embarazada, y es muy probable que él sea el padre. La perplejidad se hace presente a partir de esta primera revelación, y a lo única que el joven atina, es a recomendar un médico conocido para que practique el aborto, aunque la muchacha no está del todo segura sobre como proceder, y decide tomarse unos días pensarlo mejor.
A la par de esa revelación, otra se hará presente a Sebastián mientras arregla cerraduras de sus clientes. Un extraño “don” como lo llamará una efímera asistente, le permitirá conocer los secretos de las personas, saber que los preocupa, y descifrar que están pensando. Un hombre que engaña a su esposa, otro que deja a su familia por su secretaria y el robo en la casa donde trabaja la novia del asaltante, serán algunas de las informaciones que el protagonista conocerá. Un dato no menor es que todas las revelaciones tienen que ver con el plano amoroso, y casi todas son dirigidas o como si fueran enunciadas por un hombre, nuevamente poniendo el foco sobre el universo masculino.
Así, mientras su vida personal tambalea ante la inminente paternidad, la vida laboral de este cerrajero se empieza a complicar ya que la incertidumbre por el motivo de su don aumenta, y las discusiones con clientes también. No casualmente Smirnoff elige un oficio de este tipo para centrar su historia, ya que el cerrajero, tanto como tal vez el taxista, el canillita -uno de los mejores amigos de Sebastián tiene un puesto de diarios-, el carnicero, etc, son aquellos que casi de forma inapreciable, participan de las pequeñas grandes acciones cotidianas y por ello, en algún punto, puede pensarse que son figuras de confianza, consejeros, o bien oídos que todo lo perciben.
Podría pensarse que, en un tono metafórico y simbólico, Sebastián puede responder y comenzar a descifrar y resolver problemas ajenos, pero antes los suyos, no hay como, ni con qué responder ante ese encuentro tanto con lo real de su don, como con la realidad de su paternidad que lo obnubila, angustia y le permite caer en esta pseudo introspección y en esta perspectiva fantástica que parece culpar a la niebla de tantos cambios comportamentales.
Por Marianela Santillán