Se sabe que el aire disentido y relajado que se respira en los restaurantes más prestigiosos es directamente proporcional a la tensión y la presión que predominan en la cocina, un lugar donde todos los engranajes deben funcionar a la perfección para satisfacer a los clientes. Así ocurre en el coqueto local londinense a cargo del cocinero Andy Jones (Stephen Graham), quien junto a sus subordinados vivirá una de las peores noches de su vida, sino la peor.
La vida de Jones –de la que solo sabremos por sus llamadas telefónicas– está cayendo en picada por un matrimonio arruinado que lo lleva a beber alcohol con preocupante regularidad. Por si fuera poco, en la que se presume será una de las noches más concurridas del año, recibe la visita de un auditor que encuentra varios errores en la cocina, bajándoles la puntuación que ostentaban.
Es, pues, el principio de una jornada marcada por conflictos entre los empleados, entre ellos y ese jefe de cocina con malos modos, y entre todos con una dueña que no parece saber demasiado cómo regentear un negocio de esa envergadura. Mucho menos cómo lidiar con un grupo tan variado.
Filmada casi en tiempo real mediante una serie de largos planos secuencia que transcurren casi en su totalidad dentro del restaurante, El chef construye su relato a fuerza de una acumulación de sinsabores (por momentos demasiados) ajena a la mayoría de los clientes que degustan sus platos refinados. Los problemas personales de los empleados, la inexperiencia de los más nuevos y la frustración de algunos veteranos hastiados de su trabajo se entremezclan en un cóctel letal para Andy.
El abanico de clientes es amplio: un grupo de chicas norteamericanas de vacaciones, una familia cuyo padre de familia maltrata a las camareras, unos instagramers que quieren comer un plato que no está en la carta y hasta un novio que piensa proponerle matrimonio a su pareja. Todos motivos para aumentar esas rispideces que el espectador observa como un testigo invisible, sumergido por el dispositivo construido por el realizador Philip Barantini.
El chef es una película tensa, atrapante e incómoda, una despiadada reflexión sobre los vínculos interpersonales bajo los mandatos de un régimen laboral que no da respiro. Un régimen capaz de sacar lo peor de los seres humanos.