Una película no apta para paladares cinéfilos
Metáfora obvia, pero inevitable: el tercer largometraje del actor y realizador francés Daniel Cohen es un plato poco original preparado de manera insípida, gran ironía si se tiene en cuenta el cuidado de los protagonistas a la hora de poner en práctica sus saberes culinarios. Fiel exponente de lo más mediocre de la comedia popular francesa, El chef (simplificación del original Comme un chef) es una humorada tibia y amabilísima centrada en un famoso cocinero, últimamente algo preocupado por la posible pérdida de una de sus “estrellas” en el riguroso mundo de la alta cocina, y también en un atrevido joven que, a punto de ser padre, no puede evitar perder cada uno de sus puestos de trabajo, merced a una obsesión principista con las reglas de la gastronomía. El primero de ellos está interpretado por Jean Reno, en plan “soy duro pero tengo corazón de oro” y con el botón de vuelo automático en on; el segundo, por el comediante Michaël Youn, toda una celebridad en el cine y la televisión galos.
La idea del guión, por supuesto, es cruzarlos –el veterano que ve peligrar su posición y el talentoso desconocido, opuestos en más de un sentido– y hacer circular las escenas hasta su previsible desenlace, concepto que se aleja de cualquier posible definición de realización cinematográfica para acercarse a la del rol de un policía de tránsito. Hay apenas dos o tres chistes que funcionan y muchas referencias al costado más snob de la cuisine (tanto la nouvelle como la classique), pero nada es demasiado afilado o pertinente. Incluso una escena que presenta a Youn y Reno travestidos de visitantes japoneses –el viejo truco de la guardarropía grotesca– es arruinada por falta de timing y miedo al exceso. El punto más bajo, de todas formas, es la aparición de un chef español especializado en cocina molecular, un Santiago Segura que llega, hace su numerito y se va, seguramente para justificar los euros aportados por la coproducción hispánica.
El resto se desprende de lo antedicho: suave aterrizaje en el múltiple final feliz, reconocimiento del talento de los buenos, castigo y moraleja para los malos (representados aquí por un empresario que sólo parece fijarse en modas y algoritmos de costo-beneficio), triunfo por goleada del amor y la bondad. En otras palabras, la película proclama una cosa y termina siendo otra muy distinta: detrás de la defensa de la cocina artesanal, basada en buenos ingredientes y la pasión por gustos y aromas, asoma el feo rostro de la peor comida chatarra. Anodina y por momentos penosa, El chef ni siquiera logra un cometido bastante sencillo: abrir el apetito del espectador a partir de la exhibición de diversos platos. Será que la falta de entusiasmo cierra el estómago. Un Ratatouille a la derecha, por favor (la rata o el plato, qué más da).