Si hay algo que apasiona a los franceses es el amor, la comedia y la cocina. Y bien, un poco de todo esto trata esta película. Daniel Cohen escribió y dirigió esta comedia ligera y fácil de digerir, que trata de un joven prodigio de la gastronomía, Jacky Bonnot (Michael Youn), quien no consigue un trabajo a la altura de sus expectativas y se pasa de empleo en empleo sin permanecer mucho tiempo en ningún lado. La situación se vuelve apremiante ya que su mujer, Béatrice (Raphaëlle Agogue) está embarazada. En este contexto trabaja como pintor pero su suerte cambia y su vida da un vuelco cuando es descubierto por el gran chef Alexandre Lagarde (Jean Reno), que está bajo la amenaza de perder una de sus tres estrellas y por lo tanto su trabajo en el restaurante lleva su nombre, pero que es propiedad de un magnate y su hijo egocéntrico Stanislas Matter (Julien Boisselier). Este ha sido seducido por la cocina molecular y busca reemplazar a Lagarde, falto de recetas innovadoras, por un chef que traiga el último grito de la moda gastronómico.
Jacky comienza a trabajar como pasante de Alexandre y se combinarán deliciosamente las personalidades contrastantes de ambos personajes: el duro y el blando, el chef tradicional y el joven entusiasta. De allí surgirán algunas risas, escenas simpáticas y un buen cameo del actor Santiago Segura, conocido por su papel en la saga Torrente.
Jacky deberá hacerse camino entre ollas y sartenes para mantener a su esposa y no perder su amor, y Alexandre correrá suerte parecida intentando mantener su reputación y el cariño de su hija Amandine (Salomé Stévenin).
El ritmo de la película es ameno, es corta, o más bien dura lo necesario para la historia que se pretende contar. Sabemos que es lo que va a pasar desde que empieza el film pero aun así no perdemos el interés.
Ligera, suave como una mousse, aunque por momentos nos deja con un poco de hambre… sin embargo está bien planteada, con buenas actuaciones, funciona y entretiene.