Implacable retrato de un chico abandonado
Los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne siguen retratando desvalidos y excluidos en escenarios que no dan tregua ni salida. Todo filmado con cámara en mano, con imágenes ásperas, sin maquillaje ni esperanzas. El esquema arrojó magníficos resultados en sus trabajos iniciales (“El niño”, “El hijo”), pero ahora está dando señales de repetición y cansancio. El desfile de pesares se ha vuelto algo mecánico. Y la realización reitera recursos. Escasea la intensidad, la espontaneidad, la crudeza y la alta emotividad de sus primeros trabajos. En “Rosetta” y “El silencio de Lorna” ya se notaba cierta manipulación. Que aquí se ha enfatizado.
Es la historia de un chico de 12 años en un pueblito francés. Madre ausente y padre que lo abandona. El está en un refugio pero no hace caso a sus tutores. Solo quiere encontrar a su padre. Y lo encuentra y el padre lo rechaza. Y el chico se volverá cada vez más violento, más resentido, más frustrado. Y el destino lo pondrá ante el bien y ante el mal, personificado por una peluquera que lo quiere criar y un delincuente que lo quiere corromper. La película tiene sus méritos: deja a un lado los subrayados, retrata con pocos pincelazos la angustia de ese chico, y aporta una luz de esperanza al final del camino. Pero el guión falla, hay escenas muy descuidadas, es inverosímil y no emociona. Hay un par de momentos muy logrados (el reencuentro con el padre), pero a veces uno siente que los Dardenne abusan del sufrimiento de sus personajes.