Historia de un niño en busca de afecto
El film punta a un desenlace liberador más allá de la tortuosa senda por la que deberá atravesar, desde su desesperada búsqueda, su muy joven protagonista. Una especie de Pinocchio o Caperucita Roja que encontrará su propia hada protectora.
Tras su premiación en Cannes y su nominación al Golden Globe como "mejor film de habla no inglesa", la última realización de los hermanos Dardenne tuvo su presentación en el espacio del Encuentro Pinamar 2012, a sala llena, a principios del mes de marzo. Finalmente, y de manera inusual, su estreno en nuestra ciudad, coincide con el de capital, y esto ciertamente es uno de los tantos méritos de la presencia de espacios alternativos a la llamada cartelera declaradamente comercial.
De los hermanos Dardenne, de origen belga, cuya labor conjunta lleva a pensar en la filmografía de los Taviani y de los Coen, en el campo de la dirección, ya se han presentado en Rosario la mayor parte de sus obras, títulos que, por otra parte, desde sus singulares nombres definen un modo de composición y un recorte hacia un universo minimalista: La promesa (1996), Rosetta (1999), El hijo (2002), El niño (2005), El silencio de Lorna (2008).
La sola enumeración de estos títulos marca la elección de una estética que tiende a un ajuste de la composición, a prescindir de todo exceso, en una suerte de ascetismo; más presente en sus films anteriores que en el que se ha estrenado esta semana, ya que aquí ofrece, como ellos mismos han declarado, una historia con ropaje de fábula que apunta a un desenlace liberador más allá de la tortuosa senda por la que deberá atravesar, desde su desesperada búsqueda, su muy joven protagonista.
Es probable que algunos lectores y espectadores asocien de manera inmediata, tanto la figura del niño, de nombre Ciryl, y la de la bicicleta, aquí, regalo de su padre; de ese padre que lo ha abandonado, con el film de Vittorio De Sica, con este clásico del cine del 48, en el que la bicicleta pasaba a ser no ya ese símbolo afectivo y emocional de un vínculo ahora negado; sino un medio de trabajo, el instrumento mediante el cual el padre intentará recuperar un espacio de dignidad y no ser un excluido; esa bicicleta que De Sica y Zavattini hicieron circular en el espacio de la clase obrera, en el mundo de la
posguerra, en los memorables años del Neorrealismo Italiano.
Los Dardenne, en más de una entrevista, como los hermanos Taviani, han declarado ser admiradores del neorrealismo. En ellos, hay una jerarquía de la mirada documental en el espacio de sus historias, como ciertamente lo hicieron los directores del Nuevo Cine Francés, de la Nouvelle Vague; particularmente François Truffaut, en relación con Roberto Rossellini y su visión sobre la incomprensión del mundo de los niños. Igualmente, en los Dardenne se reconocen los ecos de Robert Bresson.
Desde ese orfanato que ya nos sacude desde la primera secuencia, en la que el niño ahora intenta vanamente localizar telefónicamente a su padre, hasta ese encuentro con la joven peluquera, interpretada por la actriz belga Cecile de France, en el primer tramo del film, se nos va presentando el carácter de Cyril conforme su naturaleza apasionada, rebelde, con la mirada puesta en esa búsqueda que asumirá, tras varias bifurcaciones, en un film de aprendizaje. Un periplo que estará marcado por obstáculos, peligros, advertencias, riesgos.
Cuando su presentación en Cannes, los Dardenne llamaron a este film "un cuento de nuestro tiempo" y los presentes destacaron, entonces, no sólo el tono optimista del film, el carácter esperanzador (lo que no tiene porque igualarse al llamado "happy end"), sino además, porque el mismo transcurre en verano. Igualmente, sorprendió a los críticos, al público en general, acostumbrado a que en sus films lo que se reconoce como música es lo que proviene del mismo campo visual de lo que se muestra y no de lo que está fuera de él, ya que para ellos, la música como complemento "tapa los ojos". Lo que sorprendió es que, en este film, que se expresa de manera tan abiertamente vital, los Dardenne han incorporado en la banda de sonido cuatro pasajes del Concierto Nº 5 para piano de Beethoven, lo que permite el subrayado, puntuación y jugar en ese leit motiv afectivo, en relación con las vivencias del niño, entre otras posibles y sublimes significaciones.
Además de la actriz citada, vista en numerosos films, tales como Un secreto, de Claude Miller; El cantante, de Xavier Gianoli, junto a Gerard Depardieu; y Más allá de la vida, de Clint Eastwood. El rol del niño, Cyril, lo interpreta Thomas Doret, quien fue seleccionado al dar cuenta de la escena a la que hacíamos mención anteriormente; cuando movido por la angustia desea comunicarse con su padre, desde ese lugar en el que se encuentra privado de su afecto. El actor que lo representa es Jeremy Renier, compañero de labor en las villas en el muy recomendable film de Pablo Trapero, Elefante blanco, actualmente en cartelera.
Señalábamos que para los Dardenne este film es una fábula. Y en este caso, en tanto film de aprendizaje, hay un bosque, donde el personaje, continúan ellos, tiene el riesgo de perderse. Donde hay alguien que intenta darle un aparente y falso reconocimiento que él espera. Un reconocimiento. Y Cyril es un poco como Pinocchio, como Caperucita Roja. Entre varias desilusiones también encontrará su propia hada que lo protegerá con amor.
Una fábula de nuestro tiempo. Como también, de manera similar, Aki Kaurismaki llamó a su último film, El puerto (Le Havre). Y que, tal vez, en pocos días más, llegue a nuestra ciudad.