La primera vez que vemos a Cyril, sostiene con ansias el auricular de un teléfono, expectante. Quiere contactar a su papá, pero no lo logra. Eso lo frustra, a tal nivel que hace lo que sea para escapar del centro infantil en donde está viviendo y se aventura en la ciudad, solo, buscando a su querido padre. El aura del personaje de Cyril es muy compleja y rica en facetas, un desafío no tan difícil para Jean-Pierre y Luc Dardenne, quienes están acostumbrados a entregar historias mínimas del estilo en toda su asombrosa y emotiva filmografía.
Si bien la historia no destaca por su originalidad desbordante, en donde realmente se nota una diferencia a la hora de encarar El chico de la bicicleta es en sus maravillosos y profundos personajes. El iniciado Thomas Doret explota la pantalla con su conflictuado Cyril, un chico que por momentos es terriblemente odioso por sus actitudes pero en otros hace entender su dolor, el cual esconde a través de la violencia y el escapismo, en un papel que seguro demandó mucha aptitud física por parte de un joven a quien se la augura un genial futuro.
Orbitando alrededor de Cyril está la sencilla Samantha, la peluquera interpretada con gracia y soltura por la siempre solvente Cécile De France, en el rol femenino que necesita Cyril en su vida para seguir adelante, además de Guy, el padre del muchacho, un personaje frío y distante al cual Jérémie Renier (el padre Nicolas en Elefante Blanco) borda con tal brusca sinceridad que abruma y sorprende a la vez.
Quizás la narrativa de los hermanos Dardenne deje de lado varias preguntas que seguramente se hará el espectador, como ser ¿por qué una joven permite ser defenestrada por un chico que apenas conoce?, pero lo compensan con una cámara invasora que sigue todos los pasos dinámicos en la historia del pequeño diablillo rubio. El metraje no alcanza la hora y media, pero es más que suficiente para desarrollar esta dura historia que tiene mas bajos que altos para quienes habitan la pantalla. Ciertos toques quedan totalmente inconexos, como el uso de una banda de sonido mínima que aparece en los momentos de transición, los cuales se perciben como descolocados y vacuos, con lo que claramente podrían haberse obviado, pero poco y nada se le puede reprochar a una historia llena de matices sociales y personales tan coloridos y hermosos.
El chico de la bicicleta es sin lugar a dudas un intrigante retrato de la furia infantil que nunca justifica ni idealiza los raptos de ira que atacan al joven protagonista, sino que toda la historia gira en torno a entender las diferentes instancias en su vida que lo llevaron a estar como está ahora. Una genial fábula social de los siempre solventes hermanos Dardenne.