En busca de la dignidad
El filme de los Dardenne, de raigambre social, vuelve a centrarse en un niño en riesgo.
Los hermanos Dardenne aman a sus personajes, piensen lo que piensen o hagan lo que hagan. La razón de esa adoración, de esa estima, es que unos y otros van reiterando algunas características comunes y también que los directores difícilmente los juzguen. Aquí, como lo indica el título, hay un niño, o mejor un hijo, como en El niño , donde un padre joven vendía a su bebé por necesidades económicas. O en El hijo , donde otro padre adulto enfrentaba al joven que provocó la muerte a su hijo.
En El chico de la bicicleta , Cyril (Thomas Doret) es un niño y un hijo. Fue dejado por su padre (Jeremie Renier, asiduo colaborador de los belgas, y coprotagonista de Elefante blanco ) en un hogar de menores. Cyril está convencido de que Guy no lo abandonó y volverá. Pero Guy no atiende el teléfono, se mudó de ciudad y hasta le vendió la bici del título. La esperanza (enérgica, resistente) de Cyril pronto mutará en desilusión, y él, que a su manera pide lo que ni siquiera debería, le pregunta a una peluquera, que fue quien recompró la bici que Guy vendió para irse, si lo acoge en su hogar. Samantha (Cecile De France) acepta: estará con él los fines de semana, casi como una madre sustituta.
Pero una película de los Dardenne en la que sus personajes no sufran desazón y caminen en la cornisa de lo que se debe hacer y lo que se puede, no sería digna de ellos. Y El chico de la bicicleta exuda mucho más que dignidad.
Por un lado, Cyril es cooptado por el líder de una banda criminal adolescente. En cuestión de días, el chico está perdido: quien debería cuidarlo, huyo; no tiene parámetros, no tiene héroe. Lo único que le queda es sobrevivir. Y actúa de acuerdo a los modelos: si su progenitor huye, escapa de las situaciones, él lo imita. El futuro aparece nublado en las realizaciones de los Dardenne.
Los Dardenne retratan -siempre- historias de vidas ordinarias. Las cosas nunca les resultan sencillas, difícil que les vaya bien. Pero agachan la cabeza, y arremeten. Cyril despierta ternura, aunque también tiene arranques que condicionan la mirada del adulto hacia él. De entrada es odioso, pero ¿cuántos protagonistas recuerda usted que despierten igual grado de simpatía y lástima? Ganadora del Gran Premio del Jurado en Cannes 2011, trata sobre un niño problemático, con todo lo que conlleva contenido. ¿Cómo un niño de 11 años puede entender que su progenitor no quiera saber nada de él? Pero los temas abordados son más amplios: la infancia en riesgo, la solidaridad, el amor paterno, la irresponsabilidad de los adultos. Es cine de raigambre social, con cero sentimentalismo.
La utilización de la cámara en mano nos acerca, nos hace en cierta manera partícipes de lo que vemos. Ese estilo entre despojado, seco, que es una marca indeleble de los directores de Rosetta , es el que mejor le sienta a un relato que se debate entre la desesperanza y la búsqueda de la dignidad perdida.