Crónica de un niño solo
Cyril (Thomas Doret) es un chico de 11 años, al que su padre acaba de dejar en un hogar de niños con la promesa de volver por él. Cuando su padre no aparece Cyril sale a buscarlo, y por más pruebas que le demuestren que ha sido abandonado, se niega a ver la realidad.
Una tarde escapa del hogar donde vive, y va hacia el departamento donde vivía con su padre, en busca de este, y de su bicicleta. En ese escape conoce a Samantha (Cécile de France), una peluquera del pueblo, que recupera su bicicleta y luego le permite quedarse con ella los fines de semana.
Cyril comienza entonces a vivir en el pueblo los fines de semana, tiene una nueva vida, otras posibilidades y sobre todo alguien que lo quiere y que está dispuesta a cuidarlo. Lo que la película nos muestra, es que a veces todo eso no es suficiente para un niño que todavía no puede tolerar el rechazo de su padre, que no puede interiorizarlo y que una adopción no es para él un final felíz.
Como es costumbre en los hermanos Dardenne la historia es sencilla, pero no por eso deja de ser compleja; son imágenes simples que nos muestran un interior complejo dentro de los personajes. Una historia cruda, mostrada de modo intimista, cercano al documental, pero infinitamente lejos de los golpes bajos y el melodrama. La cámara se acerca a Cyril y muestra sus días y noches, buscando a su padre, andando en bici, rechazando el amor de su madre adoptiva, y tomando tanto malas como buenas decisiones, hasta que es capaz de ver la realidad y elegir.
Los Dardenne no hacen grandes despliegues de producción, la simpleza de los planos y la música acompañan casi como si no estuvieran ahí, logrando que nos olvidemos que hay una cámara mediando entre nosotros y la historia. Las actuaciones son excelentes, especialmente la de Thomas Doret por la naturalidad con la que expresa todas las situaciones complejas y dolorosas que atraviesa el personaje, sin necesidad de llanto o gestos excesivos, para mostrar el estado de vulnerabilidad en el que se encuentra. Se destaca también Jerémie Renier, en pequeñas apariciones como el padre abandónico.
Es una historia sobre el abandono, la espera y la búsqueda, mostrada con la crudeza habitual en la cinematografía de los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne. Si bien a la mitad de la película se pierde un poco el eje de la historia, no por eso pierde fuerza el relato, y logra un cierre brillante para una historia muy compleja.