Secretos y mentiras
La película arranca con una escena sobre la sangrienta toma de un penal. Hasta esa prisión llega el padre Pablo (Juan Minujín), un cura joven e idealista que poco después atravesará una profunda crisis de fe y de vocación al apreciar en toda su dimensión las miserias e hipocresías de la Iglesia Católica (relaciones homosexuales incluidas) y, también, al sentirse atraído por Ceci (Jimena Anganuzzi), una muchacha con la que terminará escapando.
Más allá de ese prólogo carcelario, el film de Víctor González apuesta en su primera mitad al drama más contenido dentro de un convento (uno de mis subgéneros favoritos). Allí veremos las relaciones que se establecen entre el padre Orbe (Osmar Núñez), mandamás del lugar; el padre Claudio (Osvaldo Bonet), un cínico, cuestionador y veterano sacerdote que anda en silla de ruedas; y el apuntado Pablo. Todos, claro, con secretos, tentaciones y dudas que se irán desvelando con el correr del relato.
En la segunda parte de esta película demasiado larga (123 minutos), ambiciosa, algo errática y derivativa (aborda múltiples problemáticas y al avanzar no termina de profundizar en ni cerrar del todo algunos de ellos) la tensión explota, la narración se acelera y va más para el lado del thriller.
Película valiente (adjetivo horrible si los hay en el ámbito del cine, pero que aquí calza a la perfección) construida por un equipo técnico y actoral de primera línea (un verdadero dream-team con Rodrigo Pulpeiro, José Luis Díaz, Miguel Pérez y compañía), El cielo elegido tiene momentos que abruman, irritan o desconciertan, pero termina siendo una verdadera rareza en cuanto a temáticas, reflexiones, cuestionamientos al status quo y vueltas de tuerca. No será del todo redonda o satisfactoria, es cierto, pero ante tanto producto previsible y atado a fórmulas ya probadas, una apuesta de este tenor, con semejante riesgo, no debería pasar inadvertida.