Ejemplo de dedicación a un salvataje admirable
Según viejas reseñas, antes los cóndores también volaban sobre las sierras patagónicas cerca del mar. Entre otras cosas, ellos se encargaban de llevar al cielo las almas de los primitivos habitantes de esas tierras. Algún indio dice entonces que se fueron "cuando se fueron los antiguos". Lo cierto es que, con el tiempo, también desapareció una parte significativa de la fauna local, vale decir, empezó a escasear la comida. Lo cierto, también, es que ahora vuelan de nuevo.
Esto no se debe a ningún cambio climático, ni al retorno de grandes manadas, sino al esfuerzo y dedicación de un biólogo y sus ayudantes, muchos de ellos voluntarios, todos imbuidos de un aliento espiritual bastante respetable. Entre la Fundación Bioandina y el Zoológico de Buenos Aires, el dr. Luis Jacome creó en 1991 un proyecto de crianza en cautiverio (a partir de nidadas de aves ya cautivas) y reinserción en la naturaleza, que hizo su primera suelta en 1997, en la sierra Paileman, Rio Negro, y a esta altura lleva más de cien cóndores liberados, que hoy miran desde arriba la admiración de los hombres.
Este documental sigue la evolución del proyecto, desde el huevo respetuosamente retirado del nido y celosamente cuidado en la incubadora, la alimentación vigilando que el pichón no asimile la imagen humana como paterna, la vigilancia veterinaria, el traslado y aclimatación a una amplia jaula sobre la sierra, la suelta, celebrada por niños de la escuela cercana, grupos indígenas e indigenistas, y hasta algunos hippies europeos, y durante cuatro años más el monitoreo satelital mediante un transmisor puesto en una de sus alas. "Cuando se acaba la batería, el cóndor es definitivamente libre", dice una de las colaboradoras. Para ese momento, ya habrá aprendido a volar y buscará por sí mismo el alimento. Pero entretanto, hay gente que abandonó la ciudad para seguirlo desde tierra y dejarle cada tanto algunas piezas de carne, y así por un buen tiempo. Hay que tener entusiasmo, dedicación, resistencia y un ánimo especial, para semejante trabajo. Pero el placer de haberlo criado, y de mirar su vuelo sobre el desierto, es casi indescriptible. Máxime, para quienes vuelcan en el cóndor una serie de interpretaciones místicas, a las que el autor del documental brinda un amplio espacio.
Dicho autor es Gustavo Alonso, hasta ahora especializado en documentales políticos y de derechos humanos ("La vereda de la sombra", sobre el periodista televisivo Fabián Polosecki, es su trabajo más apreciado).