Con interesantes diálogos y apuntes conceptuales, El circuito de Román es una sólida producción de origen chileno dirigida por el debutante Sebastián Brahm, que logra que un entramado que podía llegar a ser farragoso y poco atractivo adquiera un interés sostenido. El slogan del film lo define como una “película de ciencia y ficción”, ya que su temática aborda conflictos y vicisitudes que viven hombres de ciencia y parece ser una historia real pero en
realidad plantea una pura ficción.
Desarrollada en ámbitos académicos chilenos, el científico y docente Roberto Román regresa a Chile para enseñar en la universidad de la que se fue diez años antes como alumno calificado, gracias a sus teorías sobre la migración de la memoria. El reencuentro con un antiguo mentor, con un compañero y con una ex novia a la que aún ama pondrán a prueba, junto a los peculiares y absorbentes tests a los que se ve sometido, a sus circuitos mentales y emocionales. El film ofrece diversas parábolas pero en pocos momentos deja de ser cerebral y solemne. Aunque en el segmento final se produzca un sugerente y audaz quiebre, en el que las vivencias del protagonista se fusionan y converjan en escenas que remitan a la estética de Eterno resplandor de una mente sin recuerdos. Dentro de las ascéticas y convincentes interpretaciones, se destaca Cristián Carvajal.