La memoria poco emotiva
Un científico de prestigio internacional regresa a la universidad donde se formó y desarrolló una teoría en el campo de la neurociencia sobre el funcionamiento de la memoria, que lo convirtió en sensación en el mundo académico. De aquel triunfo pasó una década. El retorno de Roberto Román aviva un pasado que tanto él como su viejo jefe y un colega que se quedó con su lugar en la universidad de siempre y con su novia también parecen no querer -o poder- recordar del todo bien.
Todos los sentimientos provocados por la vuelta al hogar materno y a la institución de la que se fue como vencedor -y que ahora lo reclama pese a su resistencia- no se explicitan. En su lugar, el guión escrito por el también director chileno Sebastián Brahm hace que sus personajes dialoguen sobre complejas teorías científicas hasta conseguir que lo que podría haber sido un interesante viaje por las formas y representaciones del pasado se limite a tediosos intercambios difíciles de seguir. Mucho más sugerentes son esos pasajes en los que el protagonista transita silencioso por los espacios que en otros tiempos eran parte fundamental de su cotidianeidad. Allí, la fotografía, siempre en tonos plomizos, grises, acompaña a la historia que, por otro lado, sufre con unas actuaciones monocordes hasta la exasperación. Especialmente en la interpretación del protagonista Cristián Carvajal, al que le toca sostener, sin lograrlo, un relato que a mitad de camino abandona la linealidad para poner en práctica e imágenes las teorías que el film plantea. El recurso complica aún más al críptico guión que termina encerrado sobre sí mismo y sin dar lugar a una parte fundamental de la memoria: las emociones.