El futuro llegó hace rato.
El regreso de Black Mirror a través de la plataforma de Netflix trajo nuevos interrogantes acerca de los efectos del uso de las tecnologías. Aquellos futuros distópicos donde prima el control de información y la vigilancia permanente resultan menos sorprendentes en esta sociedad orwelliana donde nadie escapa de la mirada del Big Brother. Por otro lado, el thriller ¡Huye! (Get Out) estrenado en Argentina hace pocos meses, también se sumó al debate planteando una hipotética realidad donde la esclavitud y el racismo evolucionan a causa de siniestros experimentos médicos. Esta semana llega el turno de El Círculo, basada en la novela juvenil escrita por Dave Eggers en 2013 y protagonizada por Emma Watson y Tom Hanks.
Mae Holland (Emma Watson) es una joven graduada en la universidad que trabaja como teleoperadora y vive con sus padres. Un día, su amiga Annie (Karen Gillan) logra conseguirle una entrevista en la prestigiosa compañía de Internet El Círculo, obteniendo el cargo de atención al cliente. Mae no puede creer formar parte de esta multinacional que además de fiestas y un campus repleto de toda clase de actividades, le ofrece una cobertura médica total para su padre, quien sufre de esclerosis múltiple. Sin embargo, pronto comenzará a alejarse de sus vínculos y su vida privada dejará de existir cuando se someta voluntariamente a llevar consigo una cámara las 24 horas.
El Círculo bien podría compararse con el gigante de la web, Google, cuyas ganancias radican en la venta de información personal a terceros. Pero la compañía se propone ir un paso más allá a partir de la expansión global de las denominadas SeeChange, unas mini cámaras que permiten captar absolutamente todo y en cualquier momento.
El presidente de esta megaempresa tecnológica es Eamon Bailey (Tom Hanks), una especie de Steve Jobs que aparece frecuentemente brindando conferencias al estilo de las típicas charlas TED. Con carisma y persuasión, Bailey anuncia el nuevo producto a los empleados de su compañía que de forma robótica festejan todos sus chistes y repiten al unísono lemas como “compartir es querer” y “secretos son mentiras”.
La historia no presenta ninguna idea renovadora dentro del subgénero de las distopías. De hecho, la premisa de que las personas se presten a ser espiadas por el “bien común” ya la venimos observando desde Un Mundo Feliz de Aldous Huxley. Quizás, el enfoque más interesante que introduce podría ser el relacionado a como la multinacional comienza a controlar a sus gobernantes monopolizando datos confidenciales. Lamentablemente, la película no explota demasiado este concepto y casi toda la atención recae en la influencia de El Círculo sobre la vida de Mae y sus más allegados.
El recorrido del personaje de la siempre correcta Emma Watson se nota bastante inverosímil. No comprendemos como esta muchacha puede pecar tanto de ingenuidad, vacilando durante más de la mitad del film. En el caso de Tom Hanks como el director de la empresa, cabe decir que su participación se muestra muy desaprovechada. Las manifestaciones de sadismo e insensibilidad que un personaje como el de Bailey debiera tener son muy tenues y para tratarse de un protagónico resulta insuficiente. Lo más incoherente del film emerge con el arribo de John Boyega en el papel de Kalden, uno de los pocos miembros de El Círculo que se ha negado a almacenar su historial en el banco de datos de la compañía. La instantánea relación de confianza que establece Kalden con Mae es absurda, de la misma manera que la actitud “subversiva” (si a eso podemos llamarle el rondar cabizbajo por los pasillos de una empresa deseando no estar allí) que nos quieren vender. Un personaje que casi no aparece en pantalla y que el director incorpora con el único objetivo de poder darle un cierre a la película.
La trama del film se va desinflando rápidamente con un desenlace tan simple como contradictorio. No hay suspenso, ni sorpresas y mucho menos una buena reflexión que justifique la hora y media de un relato que lo único que posee de redondo es el nombre.
En síntesis, si buscan un análisis profundo sobre la vigilancia permanente en la era digital y como aquello pone en peligro nuestro libre albedrío, claramente esta no es una cinta recomendable.