Como sucede a menudo dentro de la programación del Festival Internacional de Cine y Video de Derechos Humanos, la singular historia de vida que cuenta El Círculo es más importante que la película misma. Henry Eagle es un ex líder Tupamaro que permaneció trece años preso como rehén de la dictadura militar uruguaya. Como consecuencia del terrible aislamiento al que fue sometido en los distintos centros clandestinos de detención, su salud mental sufrió un importante deterioro. El relato, que hasta aquí es similar al de gran parte de sus compañeros de lucha, deviene extraordinario cuando el propio Eagle cuenta que en determinado momento pudo tomar conciencia de su locura y, mediante un procedimiento que consistía en concentrar su mirada en un círculo en la pared, logró poner su mente en blanco y detener a las voces interiores que lo torturaban. Lo más sorprendente es que a raíz de aquella experiencia límite, Henry Eagle es hoy un neurólogo de renombre que vive en Suecia y estuvo postulado al premio novel por sus descubrimientos acerca de posibles curas para el Alzheimer. De todas maneras, los directores no profundizan este aspecto y concentran su mirada en los años de encierro mediante el testimonio del propio Eagle y varios de sus compañeros. En este punto la película se resiente y se torna fatigosa, debido a la reiteración de un recurso de puesta en escena convencional que coloca a los protagonistas frente a cámara para que relaten su experiencia y luego intercala escenas cotidianas de cada narrador o imágenes del retorno a alguno de los lugares de detención. La película respira, sin embargo, cuando aparece algún testimonio inusual, como el del carcelero que se emociona al recordar que hizo la vista gorda frente al rigor de las órdenes de sus superiores y ayudó a la recuperación de Henry Eagle.