El cisne negro

Crítica de Alberto Harari - MI CINE - por halbert

IMPONENTE FILME CON UNA DESCOMUNAL NATALIE PORTMAN

La esquizofrenia es un trastorno fundamental de la personalidad, una distorsión del pensamiento. Los que la padecen tienen el sentimiento de estar controlados por fuerzas extrañas, poseen ideas delirantes que pueden ser extravagantes, con alteración de la percepción y autismo entendido como aislamiento.
Nina (Natalie Portman) es una brillante bailarina; forma parte de una compañía de ballet de Nueva York y vive completamente absorbida por la danza. Al verla relacionarse con el resto de la gente y, especialmente, con su manipuladora madre (Barbara Hershey), es posible que padezca un malestar de estas características. Se la ve temerosa, amedrentada por todo la que la rodea.
Es brillante en lo suyo y seguramente será elegida por el estricto director de la compañía (Vincent Cassel) para protagonizar el ballet “El lago de los cisnes” de Chaikovski, tema que la tiene muy tensa y estresada, porque está reemplazando a la veterana cabeza de compañía (Winona Ryder).
La llegada de una nueva compañera, Lily (Mila Kunis), y la lógica rivalidad con ella se irá agudizando extraordinariamente a medida que se acerca el gran día del estreno.
La puesta en escena del ballet necesita de una única bailarina que pueda representar dos roles: el del cisne blanco y el del cisne negro, muy opuestos entre sí, y a Nina se le hace difícil mostrarse sensual y voluptuosa como el cisne negro.
En cambio, a Lily, parece no costarle el desafío, y esta tensión provoca en Nina un agotamiento nervioso y una confusión mental que la incapacitan para distinguir entre realidad y ficción.
Los pensamientos desorganizados, los delirios, las alucinaciones, van haciendo estragos en la psiquis de la joven bailarina. Sabemos que estamos ante un tipo de personalidad esquizoide; sin embargo, al existir realmente el personaje de Lily, es difícil para el espectador separar qué es realidad y qué no, porque Lily la acosa constantemente intentando ser su amiga. Pero ese comportamiento viene cargado de una ambigüedad difícil de desentrañar. Aunque, tal vez, todo sea producto de la mente de Nina.
Se juega mucho con los espejos de los salones de baile, de los camarines, de los baños o de la casa de la protagonista, creando falsos reflejos que aportan un dramatismo extraordinario al relato. Esto mismo sucede con el sonido, que desde el movimiento del subte, hasta los pequeños roces de los brazos y giros en los ensayos, tienen el característico sonido de los aleteos de las aves.
La cámara, en continuo seguimiento de su protagonista en planos cercanos (ya sea de frente como por detrás) resulta opresiva, molesta, tanto como el sentimiento del personaje, en constante desequilibrio. Sobrellevamos su realidad a través de su percepción, y resistimos junto a ella los avatares de su entorno.
Darren Aronofsky logra impactar con la mutación física que va sufriendo el personaje; nos duelen las plumas y los huesos de cisne que van poblando el cuerpo de Nina, lógicamente, dentro de su realidad.
La película es un asfixiante viaje mental. El retrato de Portman de una artista bajo asedio resulta inolvidable, es imposible apartar los ojos de ella, y compone una de sus mejores actuaciones.
Aronofsky cuenta esta temible historia con poderoso sentido visual, con suspenso y desasosiego.
Con una calidad técnica prodigiosa, con actuaciones espléndidas del elenco y una música que acompaña y exalta los sentimientos de los personajes, "El cisne negro" es una celebración para el cine, llena de exquisitez y de talento. Una de las mejores películas del año que, seguramente, quedará en el recuerdo como un poderoso drama psicológico que estremece al espectador.