En que baile me metí...
Lamento no compartir el entusiasmo de la mayoría de mis colegas de aquí y del exterior, así como de mis exultantes seguidores de Twitter y Facebook, quienes ya me adelantaron su admiración incondicional por este nuevo film de Darren Aronofsky.
Para un crítico de cine más o menos entrenado es casi natural buscar citas, referencias, influencias en cada película que analiza. En el caso de El Cisne Negro, me cansé de leer mil y unas referencias que remite a Las zapatillas rojas, clásico de Michael Powell y Emeric Pressburger (danza + obsesión), al Hitchcock de Psicosis, a Repulsión, a Carrie, al terror gótico y así sigue la lista…
También leí una y mil veces lo impactante que -para casi todo el mundo- es la actuación de Natalie Portman (premiada en la Mostra de Venecia y segura ganadora del Oscar), quien se entrenó durante un año para interpretar a una bailarina dispuesta a todo con tal de encabezar una audaz puesta de El Lago de los Cisnes en el mismísimo Lincoln Center de Manhattan.
Creo que el film hace bien en desacralizar el universo del ballet y en exponer sus no pocas miserias (las mismas que surgirían en cualquier terreno hipercompetitivo como éste) y se arriesga al llevar la trama hacia el terreno del thriller fantasmagórico y alucinatorio, donde -me parece- aparecen sus principales problemas.
Frente a tantas personas conmovidas y fascinadas con esta apuesta por el absurdo, el artificio y la grandilocuencia por parte del director de El luchador, a mí me pareció un ejercicio bastante burdo y autoindulgente (autocelebratorio) propio del más puro trash y pulp -que pendula entre lo real y lo imaginario- con todos los conflictos psicológicos demasiado amplificados, masticados y subrayados que -para colmo- son revestidos con una pompa bastante molesta.
Es cierto que hay un gran trabajo en 16mm y digital por parte del DF Matthew Libatique (el uso permanente de la cámara en mano hizo que varios críticos hablaran de la influencia de… ¡los hermanos Dardenne!), que los personajes secundarios (la madre posesiva de Barbara Hershey, la seductora y despiadada Mila Kunis, el despótico director de la compañía que compone el francés Vincent Cassell) están muy bien, pero El Cisne Negro está muy lejos de ser la obra maestra que casi todo el mundo -incluso gente que respeto mucho- insiste que es. Véanla (si es que no lo hiceron ya) y la seguimos discutiendo ¡Que siga el baile!