Patito Feo
Cualquiera que haya visto su debut con "Pi" -donde seguiamos las desventuras de un paranoide matemático envueltas en un brillante blanco y negro-, o que haya vibrado con "Requiem por un sueño" sabe a ciencia cierta que el cine de Darren Aronosfsky no tiene medias tintas. Hay quienes lo aman y hay quienes lo odian.
Por lo tanto, su última película "El cisne negro" ("Black Swan"), nominada entre otros, al Oscar a la mejor película, no podía pretender quedar fuera de esta polaridad que genera el cine de Aronosfsky. No hay un consenso generalizado como sucede con la más agradable "El discuros del Rey" ni ha logrado arrastrar grandes multitudes en la taquilla como "El Origen" o "Red Social".
De un lado encontramos quienes dicen que es otra de las genialidades de Aronosky pero casi en la misma proporción hay quienes, desde la otra orilla, la tildan de pretenciosa y obvia.
Me enrolo, esta vez, dentro del primer pelotón. "El cisne negro" tiene algo sumamente inquietante que cautiva desde las primeras escenas, que tiene un efecto hipnótico, como lo tienen muchas de sus creaciones -aún con los defectos, las limitaciones y las objeciones que se le puedan hacer-.
La trama gira en torno a Nina (Natalie Portman), integrante de una compañía de ballet de Nueva York donde aspira a tener finalmente, un rol protagónico dentro del grupo. El coreógrafo Thomas Leroy (Vincent Cassel) decide abrir la nueva temporada con una nueva puesta de "El Lago de los Cisnes" sumándole una particularidad especial: la que sea elegida como protagonista tendrá a cargo tanto el rol del Cisne Blanco como el rol del Cisne Negro.
Pero.... de qué trata "El lago de los cisnes"?: El príncipe Sigfrido cumple 21 años y en medio de una reunión en el palacio su madre le señala que necesita urgentemente: durante el baile en el Palacio, del día siguiente deberá elegirla entre las damas que concurran.
Sigfrido queda más seducido por la idea del bufón de emprender una jornada de caza.
Es asi, como cuando llega a la orilla del lago de los cisnes, ve algo extraño y extraordinario que permanece observándolo en secreto. La joven parece ser a la vez cisne y mujer: ella es Odette. El lago, le explica, fue hecho con las lágrimas de su madre porque un hechicero malvado, Von Rotbart, convirtió a su hija en la Reina Cisne. Y seguirá siendo cisne, a no ser que un hombre la ame, se case con ella, y le sea fiel.
Sigfrido le dice que la ama, que se casará con ella y que nunca amará a otra, le promete su fidelidad. Sólo pide que Odette vaya la próxima noche al baile del palacio, pero ella le asegura que no puede ir hasta tanto Von Rotbart no deje de tener poder sobre ella.
Durante el baile, un caballero alto y con barba entra con su hija Odile: está vestida de negro, pero es la viva imagen de Odette. Se trata de Von Rotbart, que se ha transformado a si mismo y a su fingida hija para engañarlo y que rompa la promesa hecha a Odette de que nunca amará a otra.
Odile ha logrado enamorar a Sigfrido y éste piensa que no es otra que Odette, por lo que él pide la mano a Von Rotbart y éste da inmediatamente su consentimiento. En ese momento hay un estrépito de trueno. La sala de baile se oscurece.
Sigfrido vuelve al lago en busca de Odette entre los cisnes, ya se ha dado cuenta de la trampa en la que fue envuelto. La toma entre sus brazos, pidiéndole que le perdone y jurándole su amor infinito. Odette le perdona pero le dice que no sirve para nada, pues su perdón se corresponde con su muerte. Cuando aparece Von Rotbart, Sigfrido le desafía, quien tras la lucha, es vencido por la fuerza del amor del príncipe a Odette.
Es interesante refrescar el argumento de la pieza que vertebra "Black Swan", porque enriquece seguir el juego y los paralelismos que traza el director, entre el guión del film y la pieza de ballet, contraponiendo en forma permanente las dos tramas (los fuertes mandatos de la madre del rey/ mandatos de la madre de Nina, la seducción de Sigfrido por la oscuridad de Odile / la seducción de Nina por la oscuridad de Leroy y Lily -su rival en el el casting por el papel-).
Es tan fuerte el deseo de Nina de llegar a ser una prima ballerina que sumado a la exigencia que Leroy imprime sobre ella y la fuerte posesión de su madre (una ex-bailarina que solamente trata de mantener vivo su amor y pasión por la danza a través de la exigencia que ejerce impiadosamente sobre su hija), no va a tardar en quebrarse psicológicamente, envolviéndola en un espiral hacia su propia parte oscura, esa que Leroy le exige que saque para obtener el papel.
Una vez quebrada, su propio infierno se pone en marcha: el bien y el mal están presentes en una lucha de poderes, su esencia y su sombra, su don y su oscuridad, todos ya están desatados. Nina sabe que quiere ese papel a cualquier precio y que ha trabajado toda su carrera para llegar a ese punto, por lo cual, no dudará en mimetizarse con ese cisne negro que la lleva hacia una profundidad peligrosa que se le escapa de las manos.
Natalie Portman es completamente creíble en la pureza del cisne blanco. Cada gesto, cada mirada y su presencia frágil y etérea es perfecta para el papel. Mientras que su rival, Lily (Mila Kunis, nominada al Oscar a mejor actriz de reparto -lo que quizás sea un poco demasiado-) despliega por otra parte, toda la sensualidad, la libertad y el desenfreno de un cisne negro vibrante de pulsión sexual, al que Nina secretamente admira.
Cuando casi poseída en su papel Nina logre su objetivo, ya Natalie Portman tiene el Oscar entre sus manos, en una actuación absolutamente irresistible.
Vincent Cassel también está ajustadísimo en un papel un poco diferente a los que le tocaron últimamente en su carrera y así como en su obra anterior, Aronofsky rescató de las cenizas a Mickey Rourke en "The wrestler", ahora le da una oportunidad a Barbara Hershey (la de "Hannah y sus hermanas" "La última tentación de Cristo" "Un dia de furia" o "Eternamente Amigas" -si!, cuesta reconocerla por la cantidad incontable de cirugias en ese rostro hermosísimo que tenía) para que brille en el papel de madre castradora.
Justo ahí, cuando Nina encuentre su transformación hacia la oscuridad, Aronofsky comienza a brillar. Y despliega todo su hechizo para atraparnos, con una puesta estética inquietante, fuera de cualquier lugar común. Nos confunde en un laberinto de espejos, sin poder distinguir esas dos caras de una misma moneda que giran permanentemente.
No solamente se le agradece la belleza de toda la puesta de ballet en si mismo, sino que ha contrapuesto a la delicadeza de la danza, un ritmo de thriller psicológico oscuro y violento en el que nos sumerge y que anida en el centro de "Black Swan" y que hace que Aronofsky construya una de las películas más interesantes del año.
Aún con todos sus pecados, su suntuosidad a la hora de contar esta anécdota, sus juegos y vueltas en el guión, tanto a nivel estético como en el trabajo de un guión hechizante como en el nivel actoral que logra en todo el elenco, aunque seguramente sea olvidada en la mayoría de los premios Oscar a los que ha sido nominada, "El cisne negro" es una de esas rara avis que aparecen cada tanto, nos inquietan, nos hacen vibrar, y siguen su camino.