El profeta en su tierra
La nueva película de Mariano Cohn y Gastón Duprat– los realizadores de El hombre de al lado (2009) – es una reflexión sobre la lealtad y la traición, la autenticidad y la hipocresía, y la particular relación de admiración y reproche que tiene la comunidad con los que encuentran el éxito fuera.
El ciudadano ilustre (2016) trata sobre Daniel Mantovani (Oscar Martínez), galardonado con el Premio Nobel a la Literatura al principio del film. Daniel dejó su país hace 40 años e hizo carrera en Europa, pero siempre se inspiró para escribir en su juventud en Argentina. Como lo pone varias veces a lo largo del film, él huyó pero sus personajes se quedaron. Cuando le llega una carta de su pueblo natal de Salas invitándolo a recibir el premio a “ciudadano ilustre”, su reacción inmediata es rechazarla. Pero reconsidera. La idea de regresar le da gracia, curiosidad, quizás nostalgia.
La película narra en cuatro capítulos los cuatro días de estadía de Daniel en Salas. Al principio la comunidad lo recibe como a un hijo perdido o héroe de guerra – el orgullo del pueblo – pero de a poco se va revelando la enorme brecha ideológica que separa a Daniel de su pueblo y que lo único que la emparcha es un imbécil sentido del nacionalismo. Que el pueblo está más interesado en celebrarse a sí mismo a través de Daniel que a la obra de Daniel en sí misma, por el mismo motivo que se puede mencionar a Diego, el Papa y la reina de Holanda en la misma oración.
Obviamente la historia se cuenta a través de la idiosincrasia argentina, pero sería un error leerla como una autocrítica exclusiva a Argentina. Alrededor del mundo se idolatran figuras por ningún otro mérito que el de una simple casualidad topográfica. Y por cada cuestión que abre la película – en términos de política, sociedad, arte y cultura – hay varias voces opinando. El film efectivamente viene a abrir debate más que a pasar sentencias, por más que Mantovani tienda a hablar en extensos monólogos que, sentimos, explayan la opinión de los directores y del guionista, Andrés Duprat.
Martínez encarna a su personaje con una mezcla de cautela y fastidio y la certidumbre de que tiene razón a todo momento pero no por ello debe caer en la arrogancia, sorteando obstáculos y malentendidos a pura parla intelectual. Su actuación hace creíble el tipo de diálogo que suele leerse bien en papel pero no suena tan bien en una película.
El reparto incluye a Irene (Andrea Frigerio) como la mujer que Daniel dejó atrás en su éxodo; a Antonio (Dady Brieva), el hombre que la terminó desposando y mantiene una tensa amistad con Daniel; Julia (Belén Chavanne), una groupie académica que se come a Daniel con los ojos desde la primera toma, el guardián (léase censor) local de la “cultura” (Marcelo D'Andrea) y el chabacano intendente del pueblo (Manuel Vicente), cuyo primer acto cultural es emparejar a Daniel con la Miss Belleza local y subirlos juntos a un camión de bomberos. Sigue una presentación PowerPoint que se encuentra al nivel de una fiesta de quince, sino más bajo.
El ciudadano ilustre empieza satirizando ciertas deficiencias sociales, pasa por una suerte de comedia de enredos y termina deviniendo en un altamente crítico humor negro. Es la mejor película de Mariano Cohn y Gastón Duprat y tiene toda la pinta de que va a convertirse en otro clásico moderno del cine argentino.