El ciudadano ilustre es la cuarta película de ficción de los directores Gastón Duprat y Mariano Cohn y se encuentra más en sintonía con El hombre de al lado (2010) que con Querida voy a comprar cigarrillos y vuelvo (2011) por su estructura.
A lo que me refiero con esto es que el film comienza con un planteo que luego pasa a comedia con secuencias muy graciosas para terminar en un tono más serio.
La secuencia inicial está muy bien lograda desde el punto de vista de producción sin nada que envidiar a Hollywood porque la puesta en escena de la entrega de los Premios Nobel parece verdadera.
La genialidad del film se encuentra en los contrastes y lo absurdo (exagerado y parodiado) de la vida y costumbres del pueblo en contraposición con su protagonista.
Oscar Martinez ha crecido mucho en los últimos años en el cine y sin dudas se ha consagrado como uno de los mejores actores argentinos. Este papel no es la excepción por la profundidad de su personaje y la manera en la cual lo compone. Es algo soberbio.
El que sorprende es Dady Brieva como tipo de campo un tanto resentido y que quiere cuidar lo que siente como suyo. Te hace reír y también te hace odiarlo.
Y en su segunda incursión cinematográfica Andrea Frigerio se luce como una persona que quedó atrapada en un lugar que le queda chico.
Asimismo, el gran personaje del film es el pueblo (llamado Salas) porque tiene una identidad en si misma tan típica (y exacerbada) que hará pasar al espectador por todo tipo de sensaciones.
Desde el punto de vista técnico la película no posee objeciones pero tampoco cuenta con planos memorables salvo por el genial opening que comentaba unas líneas más arriba.
Con la mezcla justa de comedia, drama y luego thriller El ciudadano ilustre llega a un final muy cantado, tal vez su máximo error, pero no por eso menos genial y en total concordancia de una gran película nacional que no hay que perderse.