El ciudadano ilustre (2016) tal vez pueda acomodarse dentro de la misma línea trazada por los directores Mariano Cohn y Gastón Duprat del retrato ácido de lo que somos.
Desde El artista (2009) hasta este cuarto opus no existe posibilidad alguna de empatía con ninguno de los personajes, tampoco es una cuestión clasista o siquiera ideológica pero eso no significa que tanto Cohn como Duprat dejen de asumir una posición desde su mirada de la realidad y expresen, desde su cine -sin parafernalia ni artilugios- su crítica, acomodada en la sátira y en el cinismo sobre las imposturas, revelando -por decirlo así- las miserias y evaluando si las virtudes son tan virtuosas como parecen.