Si hay algo que en primera instancia se puede destacar alrededor de la figura del cineasta Pablo Trapero es su regularidad; ningún film suyo podría ser considerado flojo o de bajo nivel artístico o expresivo. Recorriendo su variada y relativamente nutrida filmografía, se encuentran títulos excelentes como Leonera (su gran obra), Elefante Blanco, El bonaerense y Carancho; y otros igualmente magníficos como su ópera prima Mundo grúa (un tanto sobrestimada), Nacido y criado y Familia rodante, estos dos últimos no tan valorados por la crítica, pero sumamente atrayentes y singulares. Su estatura narrativa y cinematográfica no decrece, y la prueba palpable es su nueva película, El clan. De movida sorprende el alcance delictivo que tuvo esta familia aparentemente ejemplar y acomodada de la zona norte del conurbano. La doble vida de Los Puccio era realmente digna de ser llevada al cine en el plano policial, sin embargo Trapero no se conforma con una simple semblanza biográfica en formato de thriller: ahonda en los pormenores y patologías de esta dinastía siniestra, que internamente no coincidía de manera unánime en sus ambiciones y actos criminales. Y se persuadió que en esa historia había otras para contar, incluyendo apuntes y metáforas acerca de una época en la que el respeto por los derechos cívicos y por la vida misma estaba claramente depreciado.
Tanto la trama como la reconstrucción de época resultan fascinantes, para un film que se preocupa fundamentalmente por sostener sin pausas su pulso narrativo, con algunos quiebres dentro una estructura mayormente lineal. El sórdido, subyacente y trágico derrotero de ese grupo familiar dedicado al delito, está descripto de manera lúcida y desacomplejada. Presentando por un lado a unos inobjetables y respetables vecinos de San Isidro y por otro a esa misma prole en una faceta deplorable e indigna, muchas veces en una misma escena. Para alcanzar estos méritos era esencial que el elenco estuviera consustanciado con el clima dramático de la apuesta, y eso sucede en todo su metraje. Especialmente su hegemónico protagonista, cuya típica sonrisa francelliana no se dibuja en su rostro en ningún momento del film, lo que no significa que predominen en este fenomenal actor gestos adustos o graves. Al contrario, Guillermo Francella deja traslucir muchas miradas amables y bonachonas que acentúan a puro contraste el carácter tenebroso de su personaje. El resto del reparto de ajusta admirablemente a las necesidades de cada rol, como por ejemplo Peter Lanzani, Lili Popovich y Gastón Cocchiarale, entre otros. En todos sus rubros El clan se muestra impecable, incluyendo una banda sonora que incluye, con una impronta perturbadora, canciones clásicas de la época.