Historia de una familia con “un toque” de locura
La siniestra historia del “clan Puccio” es presentada en cine por la mano magistral de Pablo Trapero y con un elenco que se juega entero.
Todo comenzó en 1982, terminaba la guerra de Malvinas y estaba próximo el advenimiento de la democracia.
Arquímedes Puccio, contador público, miembro de la SIDE y ex diplomático vinculado al reciente gobierno militar, vio en un plan siniestro el medio para hacerse del dinero que le permitiría mantener en adelante su nivel de vida acomodado. El secuestro extorsivo y la muerte de empresarios cercanos a su entorno se convirtió en la base de la economía de su familia, partícipe necesaria en diversos grados de estos crímenes perpetrados entre el 82 y el 85, puesto que las víctimas fueron retenidas en el seno del hogar de los Puccio, hasta la mismísima noche del 23 de agosto de 1985, cuando la empresaria automotriz Nélida Bollini de Prado fue rescatada con vida del sótano de la casa que habitaban en San Isidro, con la consiguiente detención de los responsables de éste y otros tres hechos, los responsables y sus cómplices.
El vínculo de Arquímedes con su hijo mayor, Alejandro, y la cotidianeidad de ese núcleo completado por la esposa, Epifanía, y los restantes herederos, Maguila, Silvia y los menores, Guillermo y Adriana, es el punto de abordaje que Pablo Trapero realiza de esta historia que no tiene desperdicio como ficción.
La locura de Arquímedes, pero también la enfermedad grupal, indispensable para que este macabro modo de vida se sostuviera, es reflejada de manera escalofriante por el director y un dedicado trabajo del reparto.
Al frente se coloca a un Guillermo Francella indispensable y a un Peter Lanzani que impresiona para bien. Pero nobleza obliga a destacar a Lili Popovich, en el rol de una esposa y madre manipuladora; y también de Giselle Motta y Gastón Cocchiarale, como otros hijos insertos en la patología criminal.
Los climas creados, la música y la composición de época son muestra del cuidado del equipo de producción.