El club de las madres rebeldes, dirigida por la dupla conformada por Jon Lucas y Scott Moore, toma lugar en los suburbios de Chicago, donde Amy (Mila Kunis), tiene una vida muy atareada tanto por su trabajo como por su familia. Su vida cambia cuando se entera de la infidelidad de su marido, esa misma noche conoce en un bar a Kiki (Kristen Bell) y a Carla (Kathryn Hahn), dos madres de la escuela donde envía a sus hijos, y entre las tres deciden dejar de intentar de ser estás madres ejemplares y descontracturarse.
En la escuela, Gwendolyn (Christina Applegate) es la madre líder del comité del colegio, junto con Stacy (Jada Pinkett Smith) y Vicky (Annie Mumolo). Gwendolyn es la imagen de la madre perfecta y cuando Amy desafía al comité, este trio le declara la guerra.
El film toma como premisa “No se puede ser una madre perfecta hoy en día” y propone a tres prototipos de madres completamente diferentes, Amy, Carla y Kiki. Amy, la protagonista, madre de dos hijos que intenta lidiar con su trabajo, sus hijos y su marido; Kiki, una madre que vive pura y exclusivamente para sus hijos y su esposo; y Carla, una madre soltera, despreocupada de su hijo adolescente. La película apela constantemente a la empatía de los espectadores con estas madres de clase media, mostrando las situaciones diarias que tienen que pasar, desde lidiar con el desayuno de sus hijos, hasta sus problemas laborales.
Los pasos de comedia durante el film quedaron completamente a cargo del personaje de Carla y por momentos del trio de madres, Gwendolyn, Stacy y Vicky. El personaje de Amy queda en un segundo plano cuando Kathryn Hahn entra en la pantalla y cuando la actriz no participa de las situaciones, los personajes quedan desdibujados y el tinte cómico se pierde por completo en algunos momentos.
La película cae constantemente en lugares comunes y eso aleja al espectador de poder empatizar con estas madres. Los directores apuestan al montaje en cámara lenta de las madres desfasándose y este recurso, ya visto, se agota rápidamente a lo largo del film, quedando redundante. Recurso que ya habían utilizado los directores en su anterior film “21 La gran fiesta”.
Esta idea de que ninguna madre es perfecta y todas las dificultades que conlleva serlo, a medida de que nos acercamos al final, se desdibuja completamente con la cantidad de finales felices que proponen los directores. El intento de reposicionar la figura de la madre actual queda a mitad de camino durante el transcurso del film.