Toro salvaje
Con seis nominaciones a los Premios Oscar y formando parte de otra película basada en eventos reales, Dallas Buyers Club atrae y convence a través de una historia pertinente a un tema delicado, ganando peso y vigor gracias a las enormes interpretaciones de Matthew McConaughey y de Jared Leto, siendo en estas categorías, las que corresponden a Mejor Actor Protagónico y a Mejor Actor de Reparto, donde puede salir triunfante.
El film narra la vida de Ron Woodroof, un cowboy drogadicto, apostador, promiscuo e iracundo ante cualquier tipo de chicana o comentario que no considere acertado. Su cotidianidad da un giro inesperado cuando le diagnostican el virus del HIV y le dan tan sólo 30 días de existencia.
La escena inicial, situada en un rodeo, lo muestra a Ron en uno de los hábitos que lo definen como hombre de excesos al mantener relaciones sexuales con dos prostitutas. Atinados simbolismos son los que utiliza como recurso el director al intercalar el goce de Woodroof mientras nos enseña lo que sucede en la cerca con un toro, en una suerte de vínculo que connota el carácter valeroso, viril y salvaje de este vaquero texano.
Ron rezonga, frunce el ceño, discute, se droga, bebe y mantiene un ritmo carnal poco cuidado y desenfrenado. Y ese cóctel explosivo le juega una mala pasada. Se desmaya (más bien se desploma) y en el hospital le comunican la peor noticia. Pero el sujeto, reo, homofóbico y descreído se va refunfuñando. Una vez que cae en la cuenta de la realidad, pelea y emprende un nuevo negocio, apoyado en la venta (y consumo propio para sobrevivir) de proteínas y mejunjes a quienes padecen la misma enfermedad.
Jean-Marc Vallée toma un camino distinto del que suelen llevar este tipo de crónicas y evita caer, afortunadamente, en quemadísimos golpes bajos o sensiblerías destinadas únicamente a conmover a toda costa aprovechando la susceptibilidad que porta, desde el vamos, una temática de esta índole. Y probablemente este sea uno de los grandes tinos de la proyección, al encontrar una manera de contar los hechos con coraje y fuerza, sin perder los estribos.
El personaje que interpreta magistralmente Matthew McConaughey se ve movilizado por esa suerte de fecha de vencimiento o cuenta regresiva que opera como motor de búsqueda desesperada de resoluciones provisorias y sumamente arriesgadas, similares (salvando las distancias), por la circunstancia en que se ven expuestos por una enfermedad sin cura, a las que supo afrontar el impresionante Bryan Cranston en Breaking Bad.
Es cierto que el arranque de Dallas Buyers Club va perdiendo algo de fuelle desde la mitad del metraje hacia el final, cobrando una naturaleza algo más habitual y haciéndose, de a ratos, un poco lagunera. Una cinta más que aceptable a la cual no le tiembla el pulso cuando de criticar a las industrias farmacéuticas con sus ciegos fines de lucro se trate, un proyecto que sale más airoso debido al engrosamiento de nivel que le otorgan las actuaciones de McConaughey y Leto.
LO MEJOR: el nivel interpretativo y gestual brillante de Jared Leto y del protagonista de Mud. El modo elegido para narrar los eventos.
LO PEOR: va perdiendo algo de vigor en el camino. Se hace algo extensa por determinados pasajes.
PUNTAJE: 7