Cuando los opuestos se atraen
A veinte años de Filadelfia, discreto film de Jonathan Demme con Tom Hanks y Denzel Washington que -sin embargo- generó en su momento un gran revuelo y fue muy importante para visibilizar el tema del SIDA en el cine de Hollywood, Dallas Buyers Club recupera aquella problemática con mejores recursos y resultados.
El canadiense Jean-Marc Vallée -el mismo de Mis gloriosos hermanos (C.R.A.Z.Y.)- reconstruye la historia de Ron Woodroof, un electricista y estafador que en 1985 es diagnosticado con el virus y al que los doctores le dan apenas 30 días de vida. Lo interesante de Dallas Buyers Club es que -al menos en buena parte de sus casi dos horas- evita tanto los lugares comunes de la corrección política como el golpe bajo a puro sentimentalismo.
Es que el Ron que compone Matthew McConaughey (“él” actor del momento gracias a este trabajo y al de la serie True Detective) es todo lo contrario a lo que la corrección política propondría como ideal para un activista que lucha por los derechos sociales de una minoría. Homofóbico, machista, violento, borracho, drogadicto, este auténtico cowboy redneck pasó de frecuentar los rodeos y el sexo con prostitutas a liderar una causa que puso en jaque al gobierno estadounidense (más puntualmente a la Food and Drug Administration) y a las corporaciones farmacéuticas que se enriquecieron con los costosos tratamientos contra el HIV con medicamentos que no sólo no generaban las mejoras prometidas sino que empeoraban de forma arrasadora la salud de los pacientes.
Estamos en la hiperconservadora Texas de 1985 y el esquelético Ron (McConaughey adelgazó 18 kilos para el papel) gambetea varias veces la muerte inminente para empezar a traficar desde México cócteles prohibidos por entonces en los Estados Unidos elaborados por un médico anarco (excelente Griffin Dune). Su actividad -que luego deviene en el “club de los desahuciados” a los que alude el subtítulo local- empieza a generar un interés masivo dentro de la comunidad gay y un creciente malestar por parte de las autoridades, que lanzan una fuerte ofensiva contra la iniciativa.
La película funciona por la convicción (la cámara en mano, la urgencia, la crudeza) con que Vallée construye el relato, que evita tanto el miserabilismo como la compasión culpógena para incluso incursionar en pasajes de comedia lograda, y por la contundente, conmovedora actuación de McConaughey. Para mi gusto, el film no fluye en los mismos términos con el personaje del transexual que encarna Jared Leto (una de esas actuaciones que tienen todos los elementos servidos en bandeja para ganar el Oscar) ni con el asordinado romance con la médica que interpreta Jennifer Garner (que sirve, sí, para exponer las contradicciones entre lo burocrático/institucional de lo hospitalario y lo humano/experimental de la propuesta de Ron y sus seguidores), pero aun cuando sobre el final debamos soportar algunos diálogos demasiado “escritos” y un poco aleccionadores Dallas Buyers Club no deja de ser un film intenso, provocativo y en muchos aspectos fascinante. Para ver y, claro, para discutir.