Tema de Virus de los 80
Próxima a estrenarse, con el probable título de El club de los desahuciados (ay), Dallas Buyers Club cuenta la historia (real) de Ron Woodroof, un típico vaquero texano tipicamente homofóbico al que le diagnosticaron SIDA en los años 80, cuando aún nadie sabía muy bien de que se trataba esa epidemia y los malos entendidos estaban a la orden del día. Su manera de hacerle frente esa densa realidad y a los prejuicios retrógrados fue traficar medicina no aprobada en su país y generar una red de distribución para muchos otros enfermos que no encontraban respuestas, y de paso hacer buenos negocios. Radiografía de una época ida y a la vez denuncia de lobbies farmacéuticos que siguen más vigentes que nunca.
La enfermedad como redención y más aún el “basado en hechos reales” (seis de las nueve candidatas al Oscar, nada menos) son lugares comunes de cierto cine con afán de prestigio. Sin embargo, en este caso hay algo que fluye por encima de esos convencionalismos. Mucho tiene que ver la interpretación de Matthew McConaughey, que excede el muy llamativo esfuerzo físico (por eso solo ya es el favorito para un premio). El actor encuentra el personaje más atractivo de su carrera en el lugar menos pensado y se transforma en el verdadero motor de la propuesta con sus ambigüedades. Como en Blue Jasmine, la riqueza del personaje es superior a la de la historia. No pasa lo mismo con Jared Leto, especialista en componer seres al borde, en su caso la exigencia física supera a la interpretación y se transforma en apenas un elemento funcional a la trama. De todas maneras es probable que también sea premiado por su visible compromiso.
Jean-Marc Valleé es un director canadiense que cobró notoriedad con la interesante Mis Gloriosos Hermanos y luego hizo pie en Hollywood con La joven Victoria. Aquí, más allá de los reparos observados toma un par de decisiones acertadas, sobre todo en la puesta de escena y la edición y se vale del talento de McConaughey para encarnar en todo sentido su papel.