Una epopeya extraordinaria
Ubicada en los años '80, cuando recién se comenzaba a hablar del sida, el director canadiense Jean-Marc Vallée (La reina Victoria) retrató una atrapante historia real, donde se luce Matthew McConaughey.
Misógino, ignorante, reaccionario, homofóbico y violento. La lista sigue porque son sólo algunos de los rasgos de carácter de Ron Woodroof, el protagonista de Dallas Buyers Club, un cowboy que reparte su tiempo entre su oficio de electricista, las estafas con apuestas y el rodeo, donde cada tanto se da el gusto de subirse a un toro reacio a ser domado.
En los años '80, en pleno reinado de la derecha, Ron sigue esnifando cocaína y se acuesta con la mayor cantidad posible de prostitutas, hasta que los médicos le diagnostican 30 días de vida por ser portador del virus del sida. Y más allá de la sorpresa y la impotencia por una enfermedad inesperada, lo que verdaderamente molesta al protagonista es que para esa época donde se creía que la enfermedad atacaba solamente a los homosexuales, y que la sufra él es algún tipo de broma gay que no llega a entender.
Lo cierto es que si bien el cowboy es un retrógrado, no tiene un pelo de tonto y enseguida se da cuenta que debe estar atento porque lo que digan los médicos, los laboratorios y las autoridades no es necesariamente verdad, y que la lucha por sobrevivir va a forzarlo a que busque por sus propios medios el mejor tratamiento, contrabandeando desde México y armando un gran sistema de distribución de cócteles de medicamentos para el tratamiento de la enfermedad, tan eficaz como ilegal. Lo que no tiene en cuenta Ron es que el nuevo desafío y conectarse con mundos que desconoce, va a significar un crecimiento para su manera de ver el mundo, más comprensivo, mejor.
El correcto Jean-Marc Vallée (La reina Victoria) deja en manos de Matthew McConaughey todo el peso del relato y así el actor texano se luce en un papel soñado –esta interpretación, más el policía que compone en la serie True Detective y la participación en El lobo de Wall Street constituyen la plataforma de su reinversión como actor–, acompañado por el impresionante trabajo que hace Jared Leto como un travesti, tan trágico como sabio .
Con varias lecturas posibles, que van desde el poder de las corporaciones farmacéuticas dispuestas a todo por colocar sus productos hasta el gobierno permeable a los lobbies empresariales, la película tiene la inteligencia de presentar a un personaje controvertido, incluso repulsivo, como el impulsor de una epopeya extraordinaria y de paso, que el posible espectador vaya logrando una empatía con el protagonista, que descubre la ética, que lucha y crece como persona.