Vivir sabiéndose muerto.
Hay dramas demoledores y dramas más bien llevaderos en lo emocional, algo que poco tiene que ver con lo ficcional o lo verídico. Hay directores que a veces quieren tener un profundo impacto emocional en el espectador y directores que sólo quieren contar una historia porque les parece interesante. Dallas Buyers Club es un drama de la vida real con intenciones primordialmente narrativas; una historia que valía la pena ser contada sin golpes bajos.
Los méritos de la película son muchos. El guion, la cinematografía y el ritmo del relato son impecables, pero lo verdaderamente impactante son las actuaciones. El componente dramático de la propuesta es lo que la destaca, gracias a las interpretaciones magistrales de Matthew McConaughey y Jared Leto, quienes alcanzan el máximo nivel de compromiso posible con sus personajes y lo manifiestan físicamente. Este último dato no es menor, porque la transformación física que llevaron a cabo ambos los torna irreconocibles, y por ende, más verosímiles en sus respectivos papeles.
Dallas Buyers Club es una historia desgraciada narrada desde un ángulo optimista. Está plagada de mensajes antropológicos, y aun así, la sutileza de su narración la vuelve sumamente amena a los ojos del espectador. También está muy bien dirigida y en especial, soberbiamente actuada. Un drama que vale la pena ver, sin tener que escurrir lágrimas.