Alguien voló solo el nido del tiranosaurio.
Durante los años ochenta Estados Unidos comenzó una leve recuperación de la crisis política, económica, militar y social que minó muchas de sus creencias como país destinado a imponer sus consensos y su ideología al mundo. Ante el retroceso de las ideas igualitarias causado en parte por el debilitamiento de los grandes relatos y de las estructuras del Estado de Bienestar y la consiguiente necesidad de aunar esfuerzos en pos de la supervivencia en un contexto muy adverso, las corporaciones se fortalecieron e impusieron las bases de una nueva era de la concentración del capital. Es en este contexto que las pequeñas búsquedas individuales como la de Ron Woodroof (Matthew McConaughey) y los médicos y enfermos que lo acompañaron en “Dallas Buyers Club”, fueron aplastadas a través de una alianza entre el capital y el Estado, generando una aquiescencia oficial destinada a mantener un negocio millonario y a ocultar hechos de corrupción y graves violaciones a las regulaciones en los sistemas de salud.
Cuando el SIDA (Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida) comenzó a emerger como una nueva enfermedad incurable y una de las causas principales de la muerte de los pacientes en los hospitales, las empresas farmacéuticas comenzaron una guerra por la homologación de distintas drogas y cócteles que ofrecían una mejora, aunque leve, en la condición de los enfermos. Las burocracias hospitalarias se aliaron con estas corporaciones para controlar el incipiente y desesperado mercado de forma monopólica.