La china y el vagabundo
La nueva película de Jason Statham, El código del miedo (Safe, 2012), enfrenta al musculoso héroe de acción moderno a la mafia rusa, la mafia china y a la policía. Todo por salvar a una niña prodigio en matemáticas de origen chino buscada por un código secreto. Acción, golpes y resoluciones fantásticas a la altura de las circunstancias.
La historia es de por si ridícula: Luke (Jason Statham) es un luchador callejero que, tras engañar a la mafia rusa en una pelea arreglada, pierde a su mujer como venganza. Sólo e imposibilitado de dialogar con nadie –con quien hable será dado por muerto por la mafia- deambula cuan vagabundo por las calles de Nueva York. Deprimido y al punto del suicidio, encuentra a la niña mandarín a quien decide ayudar y enfrentarse por ella a quien se interponga en su camino.
La nueva película del actor de El transportador (The transporter, 2002) no es más que “La nueva película del actor del transportador”. Todo lo que pueda esperarse del personaje que supo construir el héroe de acción del nuevo siglo, sucede en el film.
Aunque violento y sin tupe para golpear, o incluso matar a quien sea, el tipo tiene códigos que respetar. Hay determinadas barreras que no se deben cruzar. Una de ellas es el peligro que corre una niña de once años por el afán desmedido de la mafia de hacer negocios. No señor, eso no se hace, y nuestro amigo Jason pondrá las cosas en orden nuevamente. Eso si, a los golpes.
El personaje pasa por todos los estadios del héroe. Se ve reducido, en inferioridad de condiciones, para luego sacar fuerzas sobrenaturales y hacerle frente a cuanto tipo lo apunte con un arma. En la cresta de la ola, es astuto, hábil, y hasta se permite fanfarronear a sus oponentes en alguna que otra situación.
La inverosimilitud del relato no importa: que el tipo esté profundamente deprimido y encuentre en una niña desconocida la fuerza necesaria para patear a media ciudad. La historia es una excusa para poner en acción al héroe y repartir golpes justicieros a cada paso.
En fin, persecuciones de autos bien logradas, coreográficas peleas y buen pulso narrativo en una trama demasiado complicada sin motivo, pero que no desentona con la carrera del protagonista.