Desbocada pero honesta
El pelado Jason Statham es el motor que propulsa esta película de género, con persecuciones y matanzas muy bien coreografiadas. Dentro de lo suyo, está bien resuelta.
Desde hace unos años, el actor Jason Statham es el intérprete y la fuerza motora de muchas películas del cine de súper acción aggiornado a los tiempos que corren. Desde que Guy Ritchie lo puso en el centro de la escena con Juegos, trampas y dos armas humeantes y luego Snatch: cerdos y diamantes, el pelado se convirtió en un actor confiable del género que participó en varias sagas exitosas como El transportador, Crank y recientemente en Los indestructibles, además de títulos más endebles como El gran golpe, El mecánico o Carrera mortal. Este breve repaso de la carrera del ropero británico no hace más que confirmar su lugar de estrella de este tipo de producciones, el remplazo afinado y ciertamente mejor actor que dinosaurios como Jean-Claude Van Damme o Dolph Lundgren.
Y ubicado en lo más alto de los thriller plagados de violencia, antihéroes y una particular moral, Statham ya logró que cada producción que lo tiene como protagonista sea su película, más allá del director de turno. En El código de miedo se trata de Boaz Yakin, que dirigió a Denzel Washington en Duelo de titanes, a Brittany Murphy en Pequeñas grandes amigas y fue guionista de El príncipe de Persia. Pero poco importa, se trata de una película del pelado.
Aunque el film arranca con la historia de Mei, una niña china que es un genio en matemáticas y un prodigio de la memoria, que es secuestrada por la mafia de su país para utilizar sus talentos que permiten prescindir de las computadoras, muy pronto Luke Wright (Statham, claro) irrumpe en el relato y se convierte en el protector de Mei frente a la carnicería que se desata en Nueva York entre las mafias chinas, la rusa y la corrupta policía por el control de la niña y los secretos que guarda en su cabecita.
Claro, como no podía ser de otra manera, Luke es un perdedor, un luchador de de artes marciales que dejó en coma a su oponente, lo que pone muy nervioso a los grandes apostadores (también rusos) que le hacen saber su mal humor de la manera más salvaje.
Lo que sigue son persecuciones, matanzas muy bien coreografiadas en hoteles y calles de la ciudad, en una película de género que si bien en algunos momentos se detiene para reflexionar sobre el sinsentido del mundo, cumple con dignidad su cometido desde la violencia más desbocada pero honesta, sin pretender ser otra cosa que un producto de género bien resuelto.