Otra biografía, esta vez la del científico Alan Turunf, un tipo raro que descifró las claves encriptadas de los nazis, que ayudó decisivamente a salvar vidas en la guerra que pareció vislumbrar el nacimiento de la computación. Es correcta, pero no alcanza a ser un gran film. Uno extraña la falta de intensidad en estas correctas evocaciones. Lo que se ve no es reprochable, pero no va más allá de un profesionalismo impersonal. La historia por supuesto es atrapante. Hay suspenso, hay buenos momentos, la Guerra está allí y la lucha personal de este matemático, también. El hombre que debe descifrar al enemigo no alcanza a desentrañar los caninos sinuosos su propia vida. El film echa sombras sobre una sociedad inglesa que antepuso sus prejuicios a todo y que con su dañina moralina terminó aniquilando (lo que no habían logrado los nazis) a este genio huraño, áspero, difícil, frustrado, pero un héroe al fin. Sin amor, sin reconocimiento, este estudioso solitario, engreído y maltratado, al final cayó vencido a los pies de sus fantasmas y de sus inesperados enemigos.