La máquina de ganar premios
Basada en una historia real, llega a nuestras salas “El Código Enigma” (“The Imitation Game“), la cautivante historia de Alan Turing y el equipo de matemáticos que cumplieron un papel tan fundamental como secreto durante la Segunda Guerra Mundial. A casi dos meses de su lanzamiento en Estados Unidos, no deja de ser un estreno esperado en cines, a pesar de la amenaza siempre latente de la piratería.
Uno de los grandes atractivos para el público es el protagónico de Benedict Cumberbatch, adorado por millones de fans en todo el mundo. El británico se luce -pero no deslumbra- en el papel de un genio incomprendido que debe aprender a adaptarse a nivel social si quiere ser tenido en cuenta a nivel laboral. Un dilema bastante explotado en la ficción actual, que puede llegar a aburrir si no estuviera narrado con tanta gracia. Por momentos la interpretación de Cumberbatch nos recuerda al autodefinido “sociópata altamente funcional” Sherlock, al que da vida en la serie homónima de la BBC. Pero finalmente logra despegarse del papel que lo volvió famoso, a fuerza de talento e intensidad dramática.
Ignorado por sus coetáneos, el pionero Alan Turing es reivindicado en este homenaje póstumo como el inventor de la primera computadora del mundo. “El Código Enigma” dramatiza la historia de cómo llegó a este invento con la ayuda de sus pares y lo que tuvo que atravesar para lograrlo, mientras nos va adelantando la inevitabilidad del desenlace en el contexto histórico de semejante descubrimiento. Un llamado de atención explícito nos alerta al comienzo de la película sobre cierta complejidad, que en realidad no es más que un brillante montaje de tres líneas temporales que discurren simultáneamente. Una vez asimilado, el mayor misterio por resolver es lo que la historia se encargó de esconder durante décadas.
A pesar de tener un elenco de primeras figuras británicas que también incluye a Keira Knightley, Matthew Goode y Charles Dance, lo que distingue a esta película es la atrapante forma en que se desenvuelve la trama. Lo único que quizás hace un poco de ruido es un exceso de “perfección“, como si todas las piezas estuvieran colocadas sistemáticamente en busca de reconocimiento, más precisamente el de la Academia. La película parece seguir al pie de la letra la receta para ganar Oscars (si es que hubiera una). Y no es casualidad que esté nominada en ocho categorías. Sin embargo, eso no quita que el público pueda disfrutar de un buen film con una gran historia de experiencias humanas y descubrimientos extraordinarios.