Las dos caras de un genio en tiempos de espionaje
Un relato atravesado por la intriga, con una historia de amor y un genio presionado para terminar en tiempo y forma una máquina que descifra los códigos secretos de los nazis en la Segunda Guerra Mundial. Benedict Cumberbatch logra una magnífica composición de Alan Turing, el pionero de la informática.
Un Hollywood revisionista es el que caracteriza actualmente el panorama cinematográfico con películas que están en danza para los Premios Oscar. Así como La teoría del todo bucea en la vida y relación entre Stephen Hawking y su esposa, El código Enigma -con ocho nominaciones a la codiciada estatuilla- sigue la vida del pionero de la informática, Alan Turing -en una magnífica composición de Benedict Cumberbatch, de la serie Sherlock-, quien descifró los códigos de la máquina alemana Enigma durante la Segunda Guerra Mundial para localizar y neutralizar al enemigo.
La acción del film comienza en 1952 cuando las autoridades británicas entran en la casa del matemático, analista y héroe de guerra para investigar un robo y terminan arrestándolo por el delito de homosexualidad. Lo interesante de la propuesta es cómo combina la vida del personaje con el espionaje y una historia de amor que se asoma de manera solapada. Turing crea una proto-computadora para descubrir los mensajes escriptados de las líneas enemigas, mientras pelea su propia batalla de sentimientos contra un entorno dominado por la ignorancia y los prejuicios.
En escena aparece la bella Joan -Keira Knightley-, la única mujer en un mundo dominado por la razón de académicos, lingüistas y campeones de ajedrez que acompañan la odisea del protagonista. El director noruego Morten Tyldum construye un film emocionante - la adolescencia del niño prodigio acosado en clase y su reclutamiento por una sección de élite del ejército británico- que está atravesado por el espionaje para contar los días de un genio presionado para terminar su tarea a pesar de que los financistas no confían demasiado en su invento.
De este modo, resulta conmovedora la escena en la que Turing no puede ayudar al hermano de su compañero que se encuentra en un barco bajo la mira nazi o el juego de miradas que se establece entre el hombre errático y la mujer que lo desea a toda costa. Un epílogo de posguerra y un perdón tardío cierran esta historia que seguramente sensibilizará al público y merece cosechar varias estatuillas en la próxima entrega de premios.