Si bien una partitura del colosal Tchaikovsky en un final de película a toda orquesta es potencialmente emocionante de por sí, el film El concierto es mucho más que eso. La realización del rumano Radu Mihaileanu va más allá del simple estímulo sonoro de una obra del gran compositor ruso espléndidamente recreada. El autor de la extraordinaria El tren de la vida aprovecha al máximo los elementos expresivos que tenía entre manos y arriba a una obra que aúna comedia con drama y denuncia política y que se podría definir como un emocionante y a la vez divertido homenaje a la música y al espíritu artístico incluyendo críticas descarnadas a más de un sistema gubernamental.
Nominado en los últimos Globo de Oro, el film fustiga en su trama al comunismo soviético, especialmente el comandado por Leónidas Brézhnev, que convierte al director de orquesta del Bolshói -que luego se tomará su gran revancha-, en un empleado de la limpieza ante su empecinamiento de incluir músicos judíos en su formación. Por otra parte el personaje de la violinista solista, a cargo de la bellísima y talentosa Mélanie Laurent (Bastardos sin gloria) también sufre en su más tierna infancia atropellos del régimen. Pero estos apuntes decidamente críticos se extienden también al fuerte neo capitalismo que impera en el país ruso. Por supuesto que apuntar a tantos objetivos al unísono hace tambalear por momentos el andamiaje y especialmente la credibilidad de El concierto, pero hay que decir que el film apela a elementos sencillos como el carisma de sus personajes, a cargo de un estupendo elenco, y la emoción que producen la música y la tenacidad de un artista. Los pasos de comedia, un ritmo indomable a puro pulso emotivo y la reconfortante y magnífica escena final hacen el resto.