Asusta tan en serio como el original
Los Warren, el matrimonio de expertos en lo paranormal presentados por el director James Wan en "El conjuro", vuelven a combatir las fuerzas del mal, pero esta vez, en Inglaterra.
Mientras en los Estados Unidos la pareja interpretada por Vera Farmiga y Patrick Wilson son convocados para atestiguar si el promocionado "Horror de Amytiville" podría ser cierto o es sólo un fraude; una madre inglesa y sus cuatro hijos son víctimas de un caso parecido, o incluso peor.
Eso según los que tienen fe, ya que la idea de los incrédulos es que hay mucha gente decidida a simular eventos sobrenaturales, por diversos motivos eminentemente prácticos.
Por esto mismo es que la iglesia les pide a los Warrens que certifiquen si el caso les parece genuino. La idea es que la fuerza de la iglesia se basa en su verosimilitud, fuerza que perdería de tomarse en serio algo que pudiera descubrirse como una simulación.
Alguien pregunta: "No se sabe qué es peor, si los espectros del infierno, o la gente que simula estar poseída por ellos". "Los demonios del infierno son mucho peores", contesta la señora Warren.
Como pasa con muchas películas, "El conjuro 2" funciona mucho mejor viéndola que analizándola. Wan combina la participación de los Warren en el caso Amytiville para dejar claro el problema de su percepción paranormal en la que casi nadie cree, sumándolo a los horrores que los acosan cada vez que se arriesgan a ser parte de cada uno de estos casos. El fuerte de esta secuela es su capacidad de equilibrar las tremendas experiencias de la pareja protagónica con las cosas horribles que deben combatir en un típico barrio inglés donde una adolescente parece decidida a ser más temible que Linda Blair.
Lo mejor que se puede decir de esta secuela es que, igual que la película original, consigue dar miedo seriamente. Las buenas actuaciones, y sobre todo, el montaje y la fotografía, realmente ayudan. Pero sobre todo el énfasis en que todo esto realmente ocurrió es uno de los principales elementos de James Wan para darle al público una serie de terribles sustos.