El director malayo James Wan sabe crear los climas adecuados para sobresaltar al espectador. El matrimonio Warren regresa para resolver el caso de una casa embrujada en la Londres de los años setenta.
En tiempos en los que el terror está devaluado y echa mano a recursos trillados, llega la nueva película del malayo James Wan, responsable de El juego del miedo, La noche del demonio 1 y 2, yRápidos y Furiosos 7. Su estética vintage y su concepción del género plasmado a la vieja usanza, resultan más que bienvenidos en El Conjuro 2, la saga que también tuvo su "spin off" con Annabelle, la muñeca siniestra que asomaba en la primera parte y también acá aparece en una vitrina con un cartel que advierte sobre el peligro de abrirla.
Ahora el escenario es el Londres de la década del setenta, ciudad a la que viajan los Warren -Vera Farmiga y Patrick wilson-, el matrimonio que investiga fenómenos paranormales, ante el llamado de Peggy Hodgson -Frances O’Connor-, una madre abandonada por su marido que vive en una casona junto a sus cuatro hijos pequeños: los varones Johnny -Patrick McAuley- y Billy -Benjamin Haigh- y las mujeres Margaret -Lauren Esposito- y Janet -Madison Wolfe-, esta última afectada y conectada por los siniestros hechos que empiezan a ocurrir en el hogar.
Entre miedos infantiles, presencias demoníacas, sesiones espiritistas y posesiones, la película hace gala de su ingenio y crea los climas adecuados para cada secuencia, donde el uso de los efectos digitales -que son pocos- están al servicio del relato para asustar al espectador.
Con acumulación de sobresaltos, un sonido ensordecedor que atrapa a sus víctimas y también al público, la casa parece sumergirse en su propia desgracia y un pasado terrorífico. Todos los elementos puestos en juego funcionan gracias a una cámara imparable que se introduce por la ventana y descubre ambientes y habitaciones donde respira el Mal.
Subiendo la apuesta con respecto a su antecesora, el realizador sabe muy bien cómo crear suspenso y sobresaltar, buscando un nexo entre el mundo infantil y un peligro que amenaza a cada segundo.
Con una buena reconstrucción y ambientación de época -con un afiche de David Soul pegado en el cuarto de las niñas-, el relato juega con la decisión de los Warren de parar su participación en casos sobrenaturales, entre visiones estremecedoras, juguetes que se encienden solos en medio de la noche y voces del más allá que encuentran en Janet el vehículo ideal para expresarse.
No faltan la referencia y homenaje a ¡Aquí vive el horror! al comienzo del film, ecos de El Exorcista y un control remoto que cambia de lugar. La maquinaria para inquietar se enciende una vez más y, mientras tanto, mece un sillón en la quietud de la noche.