Con un notable trabajo de dedicación y respeto hacía el género, esta secuela es una de las mejores películas de terror de los últimos años. James Wan volvió a ser el director que con poco hace mucho.
En 2013 la llegada de “The Conjuring” fue todo un éxito y una bocanada de aire fresco con aroma a clásico para el cine de terror. Con el experimentado James Wan como director y Patrick Wilson y Vera Farmiga de protagonistas, El Conjuro supo convertirse en una de las películas por excelencia del género. Ahora, tras decepcionar a muchos con el lamentable spin-off “Anabelle” (2014), los Warren retoman el protagonismo para enfrentarse a nuevas entidades del más allá en una película que se disfruta de muchas maneras.
Los colores utilizados, su fotografía, el vestuario y todo lo que abarca vivir una experiencia intensa desde su inicio al final son grandes aciertos de un director dinámico, expresivo y de un gran talento para desarrollarse cómodamente en historias que transcurren en un solo lugar. James Wan ya ha demostrado que sabe trabajar en pequeños espacios en SAW (2004), con una historia centrada en dos personas atrapadas en un baño, una clara prueba de que el director comprende y entiende el ambiente en el que trabaja.
El cineasta también transmite su disfrute de asustar al espectador y su habilidad para utilizar el quiebre en el momento justo, ese momento tan esperado en toda película de terror. Su manejo de cámara para que cada escena sea incómoda para el público miedoso y la mezcla de sonidos agresivos con clásicos musicales es lo que más resalta de su trabajo.
La narración es buena aunque en algunos momentos puede volverse lenta, pero todo tiene un por qué en la trama y termina siendo lo que nutre al guión que escribió el propio Wan. Los sustos no caen en lo obvio y cada plano utilizado brinda un homenaje a películas realmente aterradoras como The Exorcist (1974) o Carnival of Souls (1962).
Los años que estuvieron alejados de sus roles como Ed y Lorraine Warren no se notaron en Patrick Wilson y Vera Farmiga, quienes volvieron a brindar lo máximo en sus papeles. Sutilmente se puede apreciar una relación de más años en la pareja que tiene como hobby una habitación plagada de objetos extraños. Los Warren se encuentran en el ojo de la tormenta, la exposición mediática que reciben luego de sus casos, entre ellos los de la película anterior, ponen en duda su misión de ayudar a los que más los necesitan.
Esta vez la historia transcurre en el distrito Enfield de la ciudad de Londres, donde una familia compuesta por una madre y sus hijas es víctima de actividades paranormales en su hogar. La situación de los Warren a fines de los años setenta hacen dudar al vaticano antes de enviarlos a combatir a los espíritus malignos y, al igual que en su antecesora, el concepto de la ciencia se encuentra presente mientras choca con los elementos religiosos, explicando que todas estas situaciones confusas son un producto de la mente humana.
Cabe destacar el trabajo que hace Madison Wolfe como la pequeña Janet, cumpliendo con el difícil trabajo de pasar a ser la dulce niña a la chica poseída de manera constante. Lejos está de compararse con lo que hizo Linda Blair en El Exorcista, pero su trabajo es mejor que el de varias de sus contemporáneas.
Los colores desaturados, los juegos de cámaras y su banda sonora brindan la sensación correcta para una historia fría y oscura. En tiempos donde las secuelas o terceras partes no resultan, El Conjuro 2 puede romper con ese maleficio presentando un film interesante, aterrador y con escenas que quedarán grabadas por mucho tiempo. Sin duda alguna, se merece una inversión en los cines.