Apareció James Wan otra vez. El hombre de calidades dispares en su filmografía sigue trabajado de director de cine, esta vez para traernos la segunda parte de algo que había hecho muy bien en 2013: “El conjuro”. Inteligentemente pensó: Buen producto, buena plata, ¿para qué vamos a proponer algo distinto si el costo-beneficio fue óptimo? Y así sale “El conjuro 2”.
Vuelve el matrimonio Lorraine y Ed Warren (Vera Farmiga y Patrick Wilson). Arrancan en Amityville 1974 (famoso caso), sólo para dar paso a la verdadera anécdota, pero en esta introducción veremos un fantasma-demonio-monja que asusta mucho a Lorraine y la lleva a decidir no abordar casos por un tiempo.
Mientras tanto en un pueblito de Inglaterra, se sigue calcando el guión de hace 3 años, porque en una casa vieja y grande vive Peggy (Frances O’Connor), madre de cuatro hijos, una casa cuya estructura y una de las hijas en particular, Janet (brillante trabajo de Madison Wolfe), sufren la posesión de un demonio fantasma. Le dije, un calco de la original. También están copiados los recursos narrativos como el manejo de los silencios y los juegos de cámara (que funcionan bárbaro por cierto), además del estilo de fotografía, montaje y efectos.
El fantasma en cuestión es el de un señor viejo y feo que murió en un sillón de notable personalidad. Primero, porque después de muchos años se quedó en el mismo rincón sin que nadie de ésta familia se molestase en preguntar si alguien se lo había olvidado. Se mueve solo, se corre un poco de lugar (de jodido que es nomás, para jorobar la continuidad) y roba el control remoto de la tele. Todo se origina ahí pero, claro, si a cualquiera se le hubiese ocurrido tirar el sillón a la miércoles se hubiese acabado la película. Luego sabremos que en realidad éste buen hombre no era otra cosa que una pantalla, una distracción para ocultar el verdadero terror a quien todos deben enfrentar con lo cual estamos frente al primer fantasma testaferro de la historia del cine.
“El conjuro 2” no oculta en su realización la intención de emular la primera en todo lo que pueda y esto, paradójicamente, le viene bien al producto, y al espectador que seguramente la pasará bien porque funciona. Asusta con elementos genuinos, no abusa del sobresalto a fuerza de volumen de la banda de sonido, y en definitiva logra contar la historia y mantener al público al filo del asiento.
Se vendrán más, por supuesto. Los Warren guardan siempre un elemento representativo de cada caso en una habitación especial (donde guardaron a Anabelle, por ejemplo); sólo hay que recorrer cada estante para encontrar un nuevo guión y repetir la fórmula. ¿Original? No. ¿Efectiva? Si, mucho.