Una secuela que sostiene los logros de la original, pero que también destaca por sus propios méritos.
En el 2013, llegó una película que vino a separar a los niños de los hombres en lo que es el género de terror actual. Por niños me refiero a los slashers, y por hombres me refiero al miedo psicológico y emocional que se queda con el espectador mucho después de terminada la cinta. El Conjuro es una película con todos los elementos de los que se vale el terror moderno para llamar la atención: sobresaltos (aunque pocos y muy separados entre sí) y el “basado en hechos reales”. Pero El Conjuro resultó ser una película sólida porque más allá de eso se trataba del viaje emocional de una familia y la superación de sus miedos, y eso fue, al menos para mí, lo que la hizo una de las películas más memorables del año de su estreno. Tres años después, su secuela vuelve a repetir los mismos sólidos resultados. A continuación les detallo el porqué.
En todo el mundo y a toda hora
La familia Hodgson, integrada por Peggy y sus cuatro hijos, vive en un suburbio de Inglaterra. Estos acaban de sufrir el reciente abandono de su padre, lo que los obliga a tener que estar unidos a pesar de las penurias económicas que debe enfrentar su madre. Las complicaciones empezarán a surgir cuando una de las hijas, Janet, empiece a mostrar conductas extrañas y se muestra evidentemente poseída por el espíritu del antiguo habitante de la casa donde viven. El caso llega a oídos de los investigadores paranormales Ed & Lorraine Warren que viajan desde Estados Unidos para empezar a indagar en el caso.
El guion de la película es uno muy sólido, principalmente por el arco que le da a ambos grupos de protagonistas; dándole más espacio prioritario y dramático a la familia que padece la posesión. También es un guion que tiene la inteligencia de establecer sendas de sus escenas terroríficas a plena luz del día, dejando en claro que el mal verdadero no tiene horarios.
No obstante, donde El Conjuro 2 tiene sus mayores logros a nivel guion es en lo emocional y en lo temático. Emocional, porque los momentos de distensión están estratégicamente posicionados y nos dice mucho sobre el pasado de los personajes; y Temático, porque cada una de las escenas de la película (sobre todo las asustadizas) se explayan sobre el tema que la historia viene a tratar: El temor a lo desconocido; cómo uno elige enfrentarse a él y como otros reaccionan ante él, a menudo bajo una máscara de escepticismo.
Por el costado actoral tenemos un extraordinario trabajo de Vera Farmiga, donde ratifica que nació para dar vida a Lorraine Warren. Es el personaje que va a marcar su carrera, y con su enorme sensibilidad sabe bordar tanto los momentos de ternura como las escenas de terror. Su partenaire, Patrick Wilson, no se queda atrás. Su intensa humanidad gobierna y da serenidad, sobre todo en una escena crucial donde toca una canción de Elvis, que a más de uno le parecerá metida con calzador, pero si se está atento a los temas que trata realmente la película, estarán de acuerdo en que no podría ser más acertada… y que si tienen que hacer un biopic de Elvis, Wilson es su hombre. Párrafo aparte merece también Frances O’Connor como la sufrida madre de la nena poseída.
Por el costado técnico, no tengo otra más que sacarme el sombrero ante James Wan y su equipo. La puesta en escena es notable y sabe cómo crear un ambiente terrorífico en la más normal de las situaciones, un apartado en donde la dirección de arte y la fotografía no podrían estar más afiladas. Esta es una película que aplica a rajatabla un viejo principio del montaje y es el de saber cuándo NO cortar. Cada composición de cuadro se ve que fue meditada y planeada al dedillo. Saben cuándo sostener la tensión mediante la expresión actoral y cuando cortar a otro ángulo si la historia lo necesita. Eso es buena dirección y no pavadas.
Conclusión
El exitoso antecedente de la primera película y el mote de “basada en hechos reales” es lo que va a llamar la atención en esta secuela, pero El Conjuro 2 va a atraer a público viejo y publico nuevo porque es una buena historia a secas. Una historia con el ropaje de una película de terror pero que en realidad trata sobre el temor a lo desconocido y la necesidad de tener un salto de fe, más allá de la connotación religiosa que pueda tener el concepto. Donde las emociones y la humanidad están delante de todo, aparte de generar unos buenos sustos. Por esto la considero recomendable.