La nueva película de la saga de terror encuentra a los Warren, investigadores de hechos paranormales, tratando de resolver un caso de posesión demoníaca. Con Patrick Wilson y Vera Farmiga.
Como tantas otras sagas, la de EL CONJURO tiene a favor la accesibilidad y el conocimiento que el espectador tiene de sus protagonistas –de sus usos y costumbres, de su relación– y, en contra, que ese mismo conocimiento empieza a generar una cierta rutina, acostumbramiento y repetición. El hecho de que sea un «universo cinematográfico» y no una saga a la vieja usanza, en este caso, no cambia demasiado esa lógica. La única manera de revitalizar este tipo de historias es, bueno, sacándolas de ese ciclo reiterativo.
En EL CONJURO 3 (en España se la conoce como EXPEDIENTE WARREN 3) el intento está, pero el resultado no. Hay cambio de director (sale James Wan, entra Michael Chaves, director de LA MALDICION DE LA LLORONA, otro film del ciclo) y hay una lógica narrativa que le escapa un poco al concepto de «casa embrujada» que era central a las anteriores investigaciones del matrimonio especialista en casos paranormales. Y si bien alguna versión de los sucesos que se narran este film, que tiene lugar en 1981, sucedieron en la realidad, cada vez parecen más alejadas las conexiones entre el género y el caso original.
EL CONJURO 3 empieza con la que quizás sea su mejor escena, la que hace suponer que la película puede estar a la altura de las de Wan. Ya de entrada, los Warren (Ed y Lorraine, encarnados como siempre por unos más «avejentados» Patrick Wilson y Vera Farmiga) están en medio de un exorcismo. En este caso, a un niño de ocho años llamado David, que parece estar poseído por algún tipo de demonio. Y ni los Warren ni la familia del chico (la hermana y Arne, el novio de ella) ni un religioso especializado en el tema parecen encontrarle la vuelta a este pequeño que se contorsiona cada vez más y se pone más violento, como si hubiera visto EL EXORCISTA 40 veces. El chico se calma cuando Arne se ofrece como «receptor» de ese demonio quien, en apariencia, libera a David y se traslada a él.
Ed queda físicamente afectado por la virulencia del evento y lo internan en un hospital. Mientras está allí –y en lo que parece ser un nuevo brote de posesión diabólica–, Arne mata de 22 puñaladas a un amigo al que imagina estar poniéndose pesado con su novia. Se trata del primer asesinato en 193 en esa comunidad que queda shockeada por el hecho. Pero si bien Arne parecía sufrir de algún tipo de evento paranormal, los Warren determinan que no estaba estrictamente poseído sino que se trataba de otro fenómeno diferente, uno que deberán investigar conociendo algunos secretos del pasado y otros crímenes similares usando, más que nada, los talentos de Lorraine para visualizar lo sucedido en el pasado.
EL CONJURO 3 funciona más como una película de investigación paranormal y quizás una no tan claramente sostenida en el terror constante como las anteriores, las dirigidas por Wan. Al transcurrir en varios espacios e involucrar diferentes eventos, la historia pierde cierta concentración y no tiene igual potencia que las dos anteriores. Quizás lo más interesante de la trama pase por focalizarse, en cierto punto, en la relación entre los Warren, ya que Ed sufre algunos inconvenientes que llevan a Lorraine a tener que actuar también sobre él. Quizás, en su extraña y oscura manera, la película termine siendo una historia de amor.
Claramente, la película de Chaves no está a la altura de las dos anteriores y por momentos se parece más a sus menos logrados spin-offs (ANNABELLE o LA MONJA). Es que luego de su efectiva primera media hora, el resto de la trama –con sus evidentes sospechosos, sus visiones y revelaciones de manual– no se escapa mucho de los modelos más reiterados y previsibles del género. El de Arne pudo haber sido el primer caso criminal en los Estados Unidos el que el asesino usó el subtítulo del film («el Diablo me obligó a hacerlo«) como argumento de su defensa. La excusa puede haber sido original en el ámbito judicial pero no tanto en el del cine de terror. Es que el Demonio que lo llevó a matar se parece demasiado a muchos otros.