Luego de dirigir la fallida "La maldición de la llorona" Michael Chaves vuelve a la carga dentro del "Universo Warren" para hacerse cargo de "El conjuro 3: el diablo me obligó a hacerlo". Lejos de romper con la tendencia de nivel decreciente que suelen tener las secuelas, Chaves logra profundizar en cada uno de los errores de la saga, ofreciendo un producto de muy baja calidad.
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Yendo al foco de la historia, "El conjuro 3", a diferencia de sus predecesoras contaba quizás con el punto de partida más interesante de toda la saga. En 1981, el joven Arne Johnson asesinó a su casero a puñaladas y a la hora de defenderse judicialmente, su abogado alegaría una posesión demoníaca como el verdadero motivo de tal atrocidad. Esto terminaría poniendo en perspectiva a los Warren, quienes al ser consultados entrarían en la encrucijada de justificar o no un asesinato a sangre fría.
Con muy poco tino, la película reniega de esa posible controversia y viaja hacia horizontes conocidos, con escenas mil veces vistas donde nada se presta a confusión. Vera Farmiga y Patrick Wilson expondrán su carisma tan particular para hacer frente a la amenaza con trucos cada vez menos novedosos. La antinomia planteada entre héroes amorosos y de buenas costumbres vs. brujería satánica y demoníaca puede ser interesante en la primera oportunidad, pero a la 9na vez ya se vuelve aburrida e intrascendente.
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La saga y por qué no el universo general de los Warren, parece haberse encerrado en una dinámica tan predecible que ha ido atentando contra todas las posibilidades que permite el género del terror. Una especie de salto cuantitativo que no ha sido acompañado por uno cualitativo.
Resulta paradójico, pero mientras crecen los crucifijos tras cada película, los Warren lucen cada vez más desangelados.