El conjuro 3 es una película donde los realizadores y sus dos protagonistas le sacan agua a las piedras dentro de una franquicia que no da para más.
Creo que si tenés claro de entrada que no vas a encontrar una propuesta de terror el espectáculo que ofrece puede ser más llevadero. Especialmente si se disfruta en una sala de cine que levanta muchísimo la experiencia del visionado.
La dirección de la nueva entrega quedó a cargo de Michael Chaves, responsable de La llorona, quien tuvo que lidiar con dos grandes desafíos en este proyecto. En primer lugar reemplazar a James Wan, quien hizo un trabajo formidable con los capítulos previos, que fueron filmes muchos más intensos. En la inevitable comparación ya de entrada estaba destinado a salir mal parado, debido al nivel de calidad que tuvieron aquellas producciones.
Por otra parte, también tuvo que lidiar con el enorme desgaste que arrastra esta franquicia con todos los spin off de Anabelle, La monja y La llorona que trataron los mismos temas. Es decir, relatos de posesiones demoníacas.
A esta altura ya usaron todos los trucos disponibles para cautivar al espectador con grandes momentos de tensión y en esta película en particular se nota que la creatividad se agotó. Por consiguiente, más que un film de terror, El conjuro 3 es una propuesta de misterio con tintes de cine de horror.
Dentro de este contexto no me parece que la obra de Chaves sea una desgracia y si fuera el último episodio de la franquicia (algo que no va a ocurrir) por lo menos presentaría un cierre decoroso.
Una cualidad que tiene Chavez como director es su capacidad para crear esas "atmósferas de Scooby Doo", que ya le había destacado en la reseña de La Llorona. El tipo tiene un sentido de la estética y saber armar buenos climas desde la ambientación, con un gran trabajo en la fotografía, la iluminación y la composición de las escenas.
Su debilidad es que carece de ese dominio especial con el que cuenta James Wan para ejecutar situaciones de tensión.
En los primeros diez minutos del film, que incluyen un homenaje a El exorcista de William Friedkin, encontramos tal vez la única secuencia que se puede asociar con el cine de terror. La introducción es buena y luego lamentablemente la narración se desinfla bastante, en parte también a que la historia es mucho menos atractiva que la de las películas previas. En consecuencia, la obra de Chaves se sostiene con los climas Scooby Doo y las interpretaciones de Vera Farmiga y Patrick Wilson, quienes se cargan en sus hombros todo el peso de la producción.
Si esta película logra ser entretenida es gracias a la química que tienen ellos y la conexión que a esta altura se gestó con el matrimonio de los Warren. De hecho, en este relato termina siendo más importante la salud del personaje de Wilson y la intriga por saber si llegará vivo al final, que el conflicto central, por más que este inspirado en un caso real.
Aunque en la trilogía de El conjuro la tercera entrega es la más floja, por lo menos está bien filmada y cuenta con un buen reparto.
Dentro de esta temática tuvimos estrenos peores y este por lo menos se deja ver, si tenés en cuenta que no es una obra de terror como las que ofreció James Wan en el pasado.