Gracias a Dios, existe James Wan. Es el único tipo - en estos tiempos contemporáneos infestados de copias de Actividad Paranormal y sus enésimas variantes - que ha sido capaz de devolverme la confianza en el cine de terror. Nada de estúpidos violadores con remeras colorinches y manoplas plagadas de navajas, o de gigantes con machetes y máscaras de hockey. El horror de Wan es cercano, vivencial... y es uno que queda con el espectador durante mucho, mucho tiempo. En El Conjuro Wan demuestra que es un director de lujo, provocando sustos capaces de hacerle orinar en la butaca a más de uno; y aunque la historia esté sobrepasada de lugares comunes, es tanta la efectividad como vehículo de terror que uno es capaz de perdonarle todas sus pifias - que son pocas y menores -, ya que es lo mejor que uno ha visto en el género en mucho, mucho tiempo.
La historia va, entre comillas, de relato basado en hechos reales. Hay una base histórica cierta - efectivamente los Perron vivieron noches de pesadilla a lo largo de 1971, y terminaron acudiendo al matrimonio de Ed y Lorraine Warren, quienes lograron combatir la amenaza paranormal que los acosaba; curiosamente los sucesos terminaron luego que los Perron se fueran y la casa fuera adquirida por otro dueño, confirmando nuevamente mi teoría que la mayoría de todos estos incidentes son provocados por situaciones traumáticas que viven sus sufridos inquilinos (por una mudanza, un divorcio, el cambio de trabajo, etc), quizás disparando poderes telekinéticos de manera inconsciente (o poniéndolos en sintonía con fuerzas extrasensoriales) debido al enorme stress que estaban padeciendo en aquél momento -, pero hay mucho de reelaboración hollywoodense para inyectarle mayor efectividad de shock. Quizás el punto más discutible de tomar la premisa como real sea la participación de los Warren, los cuales vivieron durante más de cinco décadas como demonólogos y expertos en lo paranormal - Ed Warren terminó metido en el tema luego de admitir que su familia habia sido acosada por fantasmas durante años, lo cual se convirtió en una obsesión personal -. Ellos fueron quienes investigaron el famoso caso de Amityville - ocurrido en 1975 en Long Island, y sobre el cual se hace una referencia al final de El Conjuro - , llegando incluso a tomar fotos de presencias fantasmales en el lugar. La macana es que Amityville resultó siendo un engaño admitido por sus propios protagonistas - amén de existir numerosas contradicciones y versiones alternativas del mismo relato -, lo cual lastima seriamente la reputación de los Warren como autoridades en el tema. Si en Amityville no habían demonios, ¿a qué cosa le sacaron una foto los Warren?.
Dejando de lado la credibilidad de las personas reales involucradas en la historia que sirve de base, lo cierto es que El Conjuro es un filme de terror de la hostia. Mientras que Wan le saca lustre a su creatividad - reflejando criaturas ominosas en la faz de los espejos, haciendo surgir cosas inesperadas de entre las sombras, produciendo todo tipo de ruidos terribles en los momentos menos esperados, o generando unas secuencias de tensión insoportables -, por el otro lado toda la historia suena a un regurgitado de los mejores momentos de las películas más famosas de casas embrujadas, las cuales van desde Insidious del mismo Wan, hasta Poltergeist y la mencionada Amityville: los fantasmas que se comunican con los más pequeños y débiles de la casa; el hallazgo de artefactos malditos en el interior de la misma; un historial de suicidios y temibles homicidios que han infestado de muerte y maldad el lugar; el testeo con instrumentos de todo tipo para tomar pruebas de manera científica (algunas de ellas, escalofriantes), y todo un largo etcétera. Hubiera llegado El Conjuro unos 30 años antes, y se hubiera convertido en todo un clásico; pero al día de hoy, cada escena resulta predecible - "ahora van a fotografiar esto"; "ahora van a intentar hablar con la entidad y provocarla" -, lo cual no quita que la puesta en escena de Wan le inyecte una efectividad descomunal.
Estéticamente el clima de época está muy logrado. Desde los vestidos y los peinados hasta la fotografía transpiran el clima propio de un filme de los 70s. A esto se suma la casa embrujada, la cual se ve vetusta y deprimente - todas las paredes están manchadas o derruidas, y no hay un solo lugar en la casa que denote vitalidad o alegría -, y que se transforma en una protagonista más al crear un clima opresivo. Por otra parte tenemos a los Warren - encarnados por el siempre flácido Patrick Wilson y la hierática Vera Farmiga -, los cuales aportan una cuota de datos interesantes, dándonos un vistazo al análisis científico de los fenómenos paranormales - el cual resulta tan fascinante como breve; es una lástima que el guión no se decidiera a profundizar el punto (algo así como una visión tipo CSI de lo extrasensorial) -. Estos tipos no son charlatanes sino que son especialistas fogueados - tipos que incluso han sido autorizados por la iglesia para participar en numerosos exorcismos -, los cuales se manejan con una pasmosa sangre fría ante los eventos más escalofriantes (el detalle de que poseen en su propia casa un museo de objetos malditos es estremecedor; ¿cómo puede uno dormir tranquilo compartiendo el techo con semejantes aberraciones?) . Del otro lado del mostrador tenemos a los Perron - Ron Livingston y Lili Taylor, la cual aquí se redime totalmente como scream queen del cine del terror luego de la apestosa remake de The Haunting -, los cuales son tipos trabajadores y humildes que se topan con algo que se escapa a su comprensión. Lo que sigue es la investigación documentación y por último, el enfrentamiento con aquello que amenaza a la familia Perron. Lamentablemente el climax es el punto más flojo de la película; no es que no sea efectivo, sino que - simplemente - no resuelve nada. Digo: el guión habla de numerosas muertes en el lugar, gente fenecida en terribles circunstancias por las cuales se convirtieron en espantos que asustan (y quieren poseer) a los vivos; pero el final, en vez de resolver esto (por ejemplo, encontrando la vuelta para darle paz a los fantasmas que siguen encadenados a la casa - léase, curando o bendiciendo un objeto / lugar maldito que aún los mantiene atados a este mundo -), simplemente se decanta por un festival de efectos especiales y shocks, sin saber siquiera si los fantasmas siguen o se liberaron y pudieron ir al cielo. En vez de darle un cierre el filme simplemente se detiene, generando que sólo puede considerarse como una victoria parcial en la lucha contra la entidad maléfica que habita la casa.
Aún con su falta de originalidad y con su final no enteramente satisfactorio, El Conjuro es una película potente. Asusta en serio y con cosas que son más reales y cercanas al espectador que cualquiera de los filmes de terror producidos en los últimos años. Y a pesar de que su credibilidad en la vida real pueda ser cuestionable, lo cierto es que el matrimonio Warren (de ficción) posee pasta de sobra para transformarse en protagonistas de su propia saga de filmes de terror, algo que veremos en breve ya que le han dado luz verde a la secuela. Y si James Wan la dirige, desde ya la estaré esperando con mucha anticipación y ansiedad.
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