Sebastián Caulier (La inocencia de la araña) vuelve a involucrarse en el mundo de la adolescencia con su nueva película El Corral.
La historia se ubica en 1998 en Formosa. Esteban es un chico de anteojos que escribe poesía y recibe constante maltrato por parte de sus compañeros. En su casa la familia no le presta atención, o incluso hablan sobre él como si no estuviera.
Su vida cambia cuando llega al colegio Gastón, un joven rebelde que no tiene miedo de decir lo que piensa. Entre ambos entablan una extraña amistad que comienza a escalar a niveles peligrosos.
Caulier presenta un relato que, con astucia, ubica al espectador en varios géneros cinematográficos, saliendo de lo convencional. Mientras que al principio el film mantiene un tono de comedia negra, apoyado por la narración en pasado del protagonista y las pequeñas “travesuras” que cometen los adolescentes, a medida que avanza la historia el conflicto cambia y, a su vez, el género. El Corral pasa a ser un thriller de suspenso o un drama.
Los personajes, a pesar de estar bastante estereotipados, salen de lo convencional especialmente el de Esteban. A diferencia de películas o series modernas que tratan el bullying con un arco argumental en donde al final algo cambia en la vida de los protagonistas, aquí se da a entender que todo sigue igual, que no hay un cambio abrupto en el personaje después de lo que ha vivido. Convirtiendo la historia en un relato cíclico.
Finalmente hay un manejo muy logrado del verosímil. Mientras que las situaciones que aborda El Corral parecen extremas o surrealistas, en ningún momento el espectador pierde la credibilidad de que estos eventos pueden pasar: tomando ejemplos como Elephant de Gus Van Sant o, la recientemente estrenada en el BAFICI, Dark Night de Tim Sutton.